ABC (Andalucía)

El marido de Merkel

Apenas nada se conoce de su marido, Joaquín Sauer, apellido que puede traducirse como ‘cabreado’

- ISAAC BLASCO

ANDA media Europa haciéndose cruces por el telón en la trayectori­a política de Angela Merkel, alguien a quien extrañarem­os con creciente intensidad cuando la perspectiv­a del tiempo ponga sordina a sus errores, menos numerosos que ese puñado de aciertos que explican por qué las elecciones de ayer en Alemania han merecido la foto de portada de este periódico.

El escritor David Safier acaba de publicar una novela, ‘Miss Merkel. El caso de la canciller jubilada’, en que la exdirigent­e se aburre mortalment­e en su retiro campestre hasta que encuentra una distracció­n en que poner toda su inteligenc­ia y la plenitud de sus sentidos: dar con el asesino –si es que lo hay– de un aristócrat­a de la zona hallado muerto. La solvencia de las pesquisas de quien manejó durante dieciséis años la política alemana con pulso firme revelan que Merkel podría haberse dedicado a cualquier cosa, y todo lo habría hecho bien tirando de ese estilo tan discreto como enervante heredado de la férrea educación luterana que recibió de su padre, un pastor protestant­e curtido en la Alemania comunista, donde ejerció su ministerio durante algún tiempo,

Es verdad que Safier ficciona, y con mucho humor, pero el retrato que traza de una mujer que no puede estarse quieta debe de beber de la personalid­ad real de una líder que siempre me pareció insondable, de la que no habría que descartar que, pasado un tiempo, se viera obligada a acudir al rescate de su partido una vez ha vuelto a quedar claro que a Armin Laschet, su sucesor, la cosa le queda grande.

Con todo, la faceta pública de Merkel nos ha dado alguna pista para descifrar su figura. De quien no hemos conocido apenas, salvo que no sabe peinarse, es de su marido, Joachim Sauer, apellido que puede traducirse como ‘cabreado’. Salvo por aparicione­s en algunas cumbres como disciplina­do consorte, el esquivo Sauer supone hasta para los alemanes un enigma que debe de haber llevado una vida de lo más cómoda a la sombra de su prominente estadista. Una vez concedió una entrevista sobre química teórica, su especialid­ad. Ahora le tocará poner lavadoras. Suerte, Joachim.

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