Ecoansiedad: esclavos del medio ambiente
Muchas personas viven angustiadas por el futuro climático. Tienen que acudir al psicólogo asfixiándose porque no son sostenibles o culpándose de que la actividad humana esté detrás del calentamiento global
«En mi cabeza imagino el futuro con guerras y conflictos graves por los recursos energéticos, además de zonas del planeta inhabitables. Será como una especie de película posapocalíptica». Esta es una de las mayores preocupaciones de Carmen Horcajada, una joven madrileña que se dedica a difundir sobre sostenibilidad a través de su cuenta de Instagram, Ecoguilty. Confiesa que de vez en cuando se instala en su pensamiento la temida ansiedad climática que ella define como la mezcla de miedo e impotencia que siente una persona cuando ve los problemas «graves» a los que se enfrenta como consecuencia de la crisis del planeta. Y es que cada vez se apodera de más personas ese sentimiento que nace de la preocupación por el futuro de la humanidad en la Tierra, sumado a la impotencia de no poder o no saber hacer frente a estos problemas.
«Me da la sensación de que yo soy muy pequeña y que desde mi posición como estudiante no estoy en el lugar de tomar decisiones», se queja Marta Bordons. A sus 24 años, esta graduada en Traducción, Interpretación y Humanidades es activista en el movimiento de protesta por el cambio Juventud por el Clima. «Siento que no puedo atajar la situación como deberían estar haciendo los políticos, y eso me agobia», se lamenta. También ha sido víctima del ‘duelo ecológico’ en algunos momentos, pero trata de paliar ese sentimiento, que define como «paralizante», a través del activismo.
«Siento que hago lo que está en mi mano a través de la actuación y la movilización, exigiendo un futuro digno para la sociedad». Esta sevillana se alegra de que cada vez se cuide más al activista «Estamos todo el tiempo al frente de situaciones para las que nos encontramos muy sensibilizados. Por eso, creo que no puede ser de otra manera. Necesitamos apoyo», reseña Marta.
Además, a esto se suma el reciente informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU, cuya conclusión podría resumirse en una frase del documento «La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante con nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad, no». Es en este informe, ‘La base de la ciencia física’, en el que se concluye que no hay duda de que la actividad humana está detrás del calentamiento global.
Es la razón que lleva a Pere Femenia a esquivar el uso del coche. «Siempre intento coger la bicicleta o usar transporte público, evitando los trayectos en turismo. Hasta cuando llueve trato de moverme de la manera más sostenible posible», explica. En numerosas ocasiones ha sentido «presión» por parte de sus conocidos para hacer uso del vehículo, pero él siempre es «fiel» a sus principios. «Sentirme presionado en esas situaciones me genera más ansiedad», señala Femenia. Y no es en la única ocasión en la que se ha sentido así cuando acude a comer a un restaurante con amigos también tiene que soportar «malos gestos» si pide opciones vegetarianas o que tengan un bajo impacto sobre el medio ambiente, pero lo sigue haciendo porque el cambio climático es una de sus prioridades. De hecho, percibir sus efectos sobre su cuerpo es lo que más ansiedad le produce. «Cuando hay una ola de calor experimento directamente las consecuencias del calentamiento global», comenta, agobiado.
Terapia psicológica
Muchas personas tienen que acudir a terapia psicológica porque la ecoansiedad interfiere en el curso normal de su día a día. Naiara Fernández, natural de Barcelona, tomó la decisión de comenzar a ir al especialista para tratar su ansiedad por el entorno. «Creo que el sentimiento es una causa directa de empezar a entender las consecuencias de la crisis medioambiental», comenta. Está segura de que esta percepción comenzó a aflorar en ella hace dos años, a raíz de convertirse en activista en Juventud por el Clima. «Nos estamos enfrentando a algo sin precedentes. No hay nada claro de lo que nos espera», señala. Pasar por el ‘duelo’ por el estado del clima le ha llevado a hacerse preguntas como la de tener hijos. «Me he llegado a plantear muy seriamente el hecho de no tenerlos pensando en la situación a la que se tendrán que enfrentar», comenta.
La Organización Mundial de Salud (OMS) ya considera el miedo, la ansiedad y la tristeza como indicadores de las consecuencias que el cambio climático genera en las personas. Bárbara Tovar, psicóloga y directora de la clínica que lleva su nombre, ha afrontado varios casos de ansiedad climática a lo largo de su carrera. «Lo cierto es que no existe una categoría que tenga ese nombre a nivel de diagnóstico. La preocupación climática formaría parte de los trastornos de ansiedad», aclara Tovar.
La psicóloga explica que en el momento en el que una persona que lo sufra note un «empeoramiento» de su calidad de vida o que repercuta en sus rutinas sería el momento de plantearse acudir a terapia. «Un ejemplo de ello podría ser algún problema de convivencia con personas que no tengan hábitos sostenibles», cita como ejemplo.
Algunos de los rasgos que Tovar destaca de las personas que sufren ecoansiedad son los pensamientos obsesivos, a diferencia de la preocupación, que puede llegar a ser «algo normal», asevera. Sin embargo, una per
sona ansiosa «no se centra» en su rango de acción y se «desborda» ante la interpretación catastrofista de lo que está pasando. «Es muy importante que haya mayor conciencia sobre el medio ambiente, sin que llegue a interferir con nuestra vida», replica.
Más trastornos por el clima
La especialista tiene claro que la ansiedad climática ha aumentado en los últimos años, y que la pandemia del Covid ha favorecido notablemente este trastorno. También cuenta que muchas veces recomienda a los pacientes que lo padecen «reducir o eliminar» las consultas a informaciones que tengan que ver con el medio ambiente, para evitar que el estrés se dispare.
Y de hecho, ya hay varios informes que comienzan a documentar los efectos psicológicos del cambio climático. Por ejemplo, la Asociación Americana de Salud Pública elaboró un documento que revelaba que en torno al 2550% de las personas expuestas a los desastres extremos están en riesgo de sufrir efectos adversos relacionados con la salud mental. También recogía que hasta el 54% de los adultos y el 45% de los niños sufren depresión después de una catástrofe natural. Mientras, muchos de estos jóvenes continúan su día a día angustiados. «No se están poniendo medios para solucionar el problema climático, nuestra vida está en juego», lapida Naiara.