ABC (Andalucía)

Llevad flores a los héroes que fracasaron

Laporta gana tiempo para acabar de decidir el sustituto de Koeman, que estará el miércoles en Lisboa. Ansu vuelve con un golazo y el Barcelona supera plácidamen­te a un Levante que pareció el contrario de los Globetrott­ers

- SALVADOR SOSTRES

El partido estaba cubierto por la inevitable nostalgia de que Ronald Koeman está sentenciad­o como entrenador del Barcelona. El técnico, expulsado en Cádiz, no pudo estar en el banquillo y se encontró cerrado el acceso habitual del parking de los jugadores y tuvo que dar una vuelta bastante humillante para acceder al estadio. Tarde bochornosa en el Camp Nou, marcada por el regreso de Ansu Fati. El guineano salió un cuarto de hora, dejó detalles de gran calidad y marcó un golazo que hizo llorar a su padre, que siguió el partido desde las primeras filas de la grada.

Koeman es un héroe convertido en leyenda y no siempre es fácil relacionar­se con estas categorías simbólicas cuando con el tiempo les vuelves a poner a prueba. Precisamen­te por ello, Cruyff nunca quiso volver a entrenar al Barça, aunque su amigo Laporta se lo propuso hasta en dos ocasiones: la primera, cuando en 2003 llegó como presidente al club. Johan, con la ayuda de otro Johan –Neeskens–, le presentó a Frank Rijkaard, que enseguida congenió con el joven mandatario. Agotado el ciclo de Frank, y con las dudas que generaba una apuesta tan arriesgada como la de Guardiola, Laporta le pidió a su ídolo que se hiciera cargo del equipo durante un par de temporadas, para que Pep tuviera tiempo de prepararse. Justo cuando parecía que la señora Cruyff, Danny, que ayer vio el partido desde el palco, iba a darle el permiso a su marido, éste tuvo una angina de pecho y su posible regreso quedó para siempre cancelado.

El partido enseguida se le puso bien al Barça, con un penalti que Memphis hábilmente provocó en una jugada en la que no tenía ninguna ventaja, y él mismo lo transformó. El Levante se dejaba presionar y el Barcelona hallaba de este modo un contexto mucho más favorable que en los últimos partidos. Dest lo aprovechó para ponerle a Luuk de Jong una magnífica asistencia que remató cruzada sin previo control. Hacía seis meses que el holandés no marcaba. Desde marzo y con su selección. Inocentón, el Levante jugaba justo como el Barça necesitaba para lucirse, un poco como si fuera el contrario de los Globetrott­ers.

A las órdenes de Cruyff, Ronald Koeman fue el héroe de Wembley: marcó el gol que le dio al Barcelona su primera Copa de Europa. Pero no sólo es querido por aquel gol, sino por haber sido el eje del Dream Team, la referencia fundamenta­l. Su traspaso –825 millones de pesetas– fue el segundo más caro que hasta entonces había pagado el club, sólo por detrás del de Maradona, 1.100 millones. Cuando el 27 de octubre de 1990 se lesionó en el Calderón, temblaron los cimientos de un Barça que ya se veía camino de la primera Liga de una era prodigiosa. El Barça ganó aquella Liga y las tres siguientes, además de la mencionada Copa de Europa de 1992, contra la Sampdoria y el gol de falta de Koeman en la prórroga. El central holandés fue querido por todos y odiado por nadie. Se marchó discretame­nte, en 1995, cuando el proyecto Cruyff empezaba a degenerar, dejando un inmejorabl­e recuerdo entre los aficionado­s y ninguna cuenta pendiente.

El presidente Laporta lo tiene, como cualquier barcelonis­ta, en su álbum de cromos, pero nunca le ha gustado como entrenador. «Es un tanoca», dijo de él dos años antes de llegar a su segunda presidenci­a, cuando Ernesto Valverde empezaba a dar síntomas de agotamient­o y el holandés sonaba como posible sustituto, aunque en aquella ocasión el elegido fue Quique Setién. «Tanoca» es una palabra de difícil traducción al español, pero que en cualquier caso significa algo así como bobo.

El partido de ayer, vistoso pero engañoso, añadía nostalgia por Koeman

y le daba a Laporta algo más de tiempo para tomar la decisión sobre quién ha de ser el próximo entrenador. Pirlo es el preferido, y al rebote aguarda Xavi.

Laporta, decisión crucial

Tras meses demostrand­o que no puede jugar de central, Mingueza acreditó que es un lateral notable. Gavi, cada vez más suelto, más alegre, más protagonis­ta. El Barça no se relajó tras el descanso y anuló cualquier posible reacción del Levante, que nunca dejó de parecer un equipo de broma. Sin Koeman en el banquillo, Riqui Puig tuvo bastante más que los minutos de la basura, aunque no los aprovechó. El gran acontecimi­ento de la tarde tuvo lugar en el minuto 80, cuando Ansu Fati volvió tras diez meses de baja. Ofreció las mejores sensacione­s, que se concretaro­n en el minuto 90 con un golazo que el guineano celebró con su médico, Lluís Till.

Buen partido del Barça, pero sin poderlo elevar, por la insignific­ancia del rival, a símbolo de nada. De todos modos hace semanas que la suerte de Koeman no depende de ningún resultado sino del hecho fundamenta­l de que nunca ha contado con la confianza de un presidente que no tuvo más remedio que quedarse con él, sobre todo por motivos económicos. Además, a medida que la imagen del equipo se ha ido deterioran­do, a Laporta le ha costado estar callado. No se ha conformado con darle a Koeman el tiempo que él necesitaba para encontrar a un nuevo técnico, sino que ha querido dejar claro, en algunos ‘offs’ con los periodista­s – que naturalmen­te hemos conocido todos– que el holandés no es su opción y que su cese está más que decidido. El carácter y el ímpetu del presidente, que tan buenos resultados ha dado al club, genera a veces incendios innecesari­os, incomodida­des que en nada benefician a nadie. Ha sido el caso, y el héroe, que aunque fracasado tendría que haber sido despedido con flores y abrazos, se marchará entre recelos y desconfian­za, sintiéndos­e como un extraño en lo que es y siempre será su casa.

La victoria y la euforia por el estelar regreso de Ansu le dan a Laporta algo más de margen para tomar la decisión que marcará su mandato. Es seguro que Koeman llegará a Lisboa.

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// EFE Laporta, ayer en el palco. A la izquierda, Danny, la mujer de Cruyff
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// AFP Ansu Fati, elevado tras su gol en una imagen muy simbólica

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