Puigdemont, Grand Tour

El 4-O, nuevo aquelarre del hombre de la DUI con la puntita

Puede llegar el Día del Juicio (el Final, no el del subsiguiente), el rechinar de dientes, que siempre estará Puigdemont partiéndose el pecho de la Justicia, la vernácula y la europea. Puigdemont era uno de esos clásicos que teníamos por perdidos, esa gallofa que por la pandemia creíamos olvidada. Pero ha sido pisar Cerdeña y acordarnos, en un repente de memoria lírica, de ese chalé feo de Waterloo, de las apreturas de un maletero y de toda esa ristra de frikis que arrastra el ‘president’ de la cosa. Isabel Gutiérrez contó brillantemente el esperpento de los independentistas de Italia enfangando el Mediterráneo, la bella isla sarda, de lazos amarillos para acompañar al prófugo. Y el prófugo, como la Anduriña de Juan y Junior, que se nos vuelve al hogar mientras va haciéndose un Erasmus con cargo a la republiqueta y a la hucha de los suyos, que vistos sus trajes y sus sonrisas, es abultada y feliz. Pero menos.

Queríamos saber de Puigdemont los españoles, porque los españoles queremos saber, y ahí lo tenemos entre el Mediterráneo y Bélgica. Y es que Puigdemont, más que prófugo, resulta un contrahéroe que cada día se parece más a Pilar Rahola y a estas alturas del partido uno no sabe si esto es bueno, malo o ‘x’. Pero se echaba de menos a Puigdemont como a las barras de los bares, como a los besos de la musa, como al petricor de otoño. Y Puigdemont retorna como un Lute sin gallinas pero con una recua de locos que le bailan el baile quijotesco.

Puigdemont no es de ayer ni de mañana, es un Dioni que nos genera ¿ternura?, porque le falta lo de mártir de Junqueras y un ‘relato’ que no lo convierta en un pobre diablo que va pena que pena por eso que llaman el Schengen, o Europa, y donde la Justicia es un cachondeo. Porque Sánchez no es Merkel, y así tendremos a @KRLS haciendo el Grand Tour de aquí a la eternidad.

Puigdemont, prófugo sempiterno, sueño del español hecho carne▶ mariscada, cuadrillas, y del juzgado que ya lo llamarán a perpetuidad.

El 4-O, otro aquelarre del hombre de la DUI con la puntita.

Y con sus incondicionales...