La política económica toca fondo coge el dinero y corre
¡Qué ironía! Los fondos europeos no llegan –los ‘buitres’, sí claro, que hay superávit de activos devaluados, que tontos no son–, y los americanos se largan por la imagen que tienen de país fallido para hacer negocios
AÚN resuena el eco de las carcajadas entre grandes empresarios españoles, al unísono –incluso un par de ellos, y entre ellos, al móvil, y prefiero no dar nombres, aunque la energía, oigan, está tan de actualidad...–, al escuchar al
presidente resiliente español alardeando de los resultados de su visita a Estados Unidos a finales de julio. Entonces, Pedro Sánchez dijo haberse reunido con pesos pesados de 13 grandes instituciones financieras estadounidenses –entre ellas, los primeros ejecutivos de los dos mayores bancos del país y los de la mayor gestora de fondos del mundo– a los que les relató las indudables veleidades y ventajas de invertir en un país como España, y bajo un Gobierno tan progresista como el suyo.
Les contó entonces, o eso dice él, que nuestra economía estaba entre las de los países más preparados y que mejor estaban evolucionando en cuestión de transición energética y digitalización para salir de la crisis. Esa crisis que nunca fue ni es para el
presidente y los suyos ni para los que negocian con el capital de otros, pero que toda la sociedad española sufrió, sufre aún digan lo que digan, y sufrirá en silencio –porque el movimiento sindical está a otras cosas, no lo duden, unos sentados en el propio
Ejecutivo, y otros, los oficiales, pidiendo imposibles para amargar más a los que contratan, y si eso lo de la escandalosa subida de la luz y el ‘decretazo’ para evitarla para otro momento–. Hasta aquí, lo normal; Sánchez, en su nube, al otro lado del planeta, y mientras tanto los ruegos y preguntas de los señores americanos con capital para dar y tomar, con los pies en la
Tierra. Nada de inquietud en relación a ambos temas. A los potenciales inversores les preocupaban más otros asuntos, y mostraban cuando menos bastante más que una pizca de curiosidad ante las medidas, tanto como ante las declaraciones, conseguidas –o en el objetivo– de sus socios de Gobierno. A saber, la reforma laboral y el mercado de la vivienda. Dudas ante la intervención pura y dura, que se traduce en la temida inseguridad jurídica que tanto horroriza al dinero. La música les sonaba bien, por qué no, ahora que la letra ni rimaba ni calaba. Y eso a la gente que mira el futuro y piensa solo en rentabilizar sus inversiones, no le da buenas vibraciones.
Y tan malas fueron entonces esas vibraciones que, hoy ya, los fondos internacionales americanos están más que moscas. Replegando y repensando posiciones, que el dinero es cobarde.
Unos fondos que no creen en
España. Más bien no se fían de Sánchez, ni de su Gobierno, ni de su política económica. Están muy escépticos sobre la intensidad de la recuperación del país, y su duración en el tiempo. Que las palabras se las lleva el viento, aunque las del presi ya ni con un huracán de tanto que las repite. De euforia constante y sonante pese a tener una inflación desbocada, con un precio de la luz para ricos que todo lo encarece. A él ‘plin’ que diría aquel. Pero a los fondos activistas norteamericanos no les gusta nada lo que ven –por las medidas que arranca
Podemos–, y tienen sensación ya de esa inseguridad regulatoria que cambiará las reglas del juego. A su
presidente, Joe Biden, le bastaron 26 pasos y 29 segundos para advertir de qué pie cojea el amigo socialista español. Y así, tal cual, lo transmitió desde la Casa Blanca al capital inversor de su país.
Entre ellos, decía, ahora sí con nombre y apellidos, BlackRock,
A los fondos americanos no les gusta nada lo que ven por las medidas que arranca Podemos
con cuyo fundador, presidente y consejero delegado, Larry Fink, Sánchez mantuvo un encuentro a solas «poco fructífero, muy soporífero y, sobre todo, onírico». Pues... sepan que el gran fondo inversor, con una considerable cartera inmobiliaria en España,
es poco menos como quien dice el dueño del Ibex 35. Participaciones significativas en Banco Santander (donde es el primer accionista), Inditex, Telefónica, BBVA, Caixabank, Banco Sabadell, ACS, Grifols, Colonial, Red Eléctrica, Enagás... Dicho queda, cada cual que tome sus conclusiones. Un viaje fructífero como pocos para... EE.UU.
Aunque, a la inversa, para viajes fructíferos los recientes hasta allí del presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, y el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. El primero para comunicar a los grandes fondos y a la Administración Biden que congela la inversión en renovables, con el símbolo que eso supone en aquellas tierras. La segunda, para demostrarle a su jefe y a Sánchez,
por ese orden, que se le queda pequeña la Comunidad y que también habla inglés, de lo cual no pueden presumir otros líderes domésticos que al parecer le disputarán la presidencia del PSOE de Madrid. En cualquier caso, bofetón con la mano abierta para un Sánchez que se puede decir que ha tocado fondo.
¡Qué ironía! Los fondos europeos no llegan –los llamados ‘buitres,’ oportunistas a la máxima potencia, fijo que sí, que hay superávit de activos devaluados por la política económica socialista y tontos no son–, y los americanos se largan. Mientras, cada vez más rondan los activistas, esos que toman posiciones en el capital de las empresas e influyen directamente para conseguir cambios en la gestión o en decisiones corporativas, que están ya a la espera de que se levanten los vetos, ávidos por el olor de la sangre de un tejido empresarial herido en forma y fondo. Y si a eso le sumas el populismo creciente –con una vicepresidenta tan obsesionada con derogar la reforma laboral, porque ella lo vale, como por refundar Podemos,
haciendo oposición al Gobierno desde sus entrañas– y la inflación disparada, el resultado es letal... Y esto, presidente, me temo, no se lo arreglan ni los Barroso ni los Contreras ni el resto de brujos –con perdón– visitadores de La
Moncloa. Usted sabrá. Lo triste es que al resto de españoles nos pilla en medio. Finalizo, si pudiera, con un emoticono con una carita triste, imagen de país imposible para hacer negocios.