La Scala de Milán recobra la vida
El templo de la ópera presenta sus primeras dos nuevas producciones tras la pandemia: ‘Il barbiere di Siviglia’, dirigido por Riccardo Chailly, y el estreno absoluto del ballet ‘Madina’
El público ‘scaligero’ –solo se permite todavía un 50 por ciento del aforo– salió del teatro con la misma sonrisa con la que entró
AENVIADO ESPECIAL A MILÁN un con el cincuenta por ciento de sus butacas vacías a causa de las restricciones por la pandemia todavía vigentes –en la calle, sin embargo, parecen no existir, y basta para ello acercarse a mediodía a la plaza del Duomo, un auténtico y festivo hormiguero–, un estreno en la Scala de Milán es algo verdaderamente impresionante. Aunque sin el boato de la inauguración oficial –el 7 de diciembre, San Ambrosio–, en el patio de butacas del templo internacional de la ópera no hay más que sonrisas. La actividad volvió hace unos meses ya, pero esos rostros felices tienen un porqué▶ se va a levantar el telón de la primera nueva producción –con todo lo que ello implica– desde que se cerraran los teatros en marzo del pasado año. Y no podía ser con un título más optimista▶ ‘Il barbiere di Siviglia’, de Rossini.
«Después de muchos meses dramáticos –ha escrito Riccardo Chailly, director musical del teatro–, la Scala comienza a planificar de nuevo con esperanza. El largo periodo de incertidumbre que hemos atravesado ha afectado a la estabilidad organizativa y financiera de las instituciones culturales, pero también a su continuidad artística». Y continuidad es lo que se ha querido con esta nueva producción, vértice del triángulo rossiniano con el que ha comenzado el curso, y que se completa con ‘L’italiana in Algeri’ e ‘Il turco in Italia’.
Hacía más de veinte años –en 1999– que la Scala no presentaba una nueva producción de la ópera más popular de Rossini, que se presentó en este teatro por última vez en 2015. Sumadas la presencia en el foso del propio Chailly y el debut en la Scala del director de escena Leo Moscato, eran ingredientes más que suficientes para que el teatro colgara desde hacía días el cartel de ‘No hay localidades’ (la mitad del aforo son 1.400 espectadores). Y si el público entró en la sala con una sonrisa, salió con ella puesta del teatro. Moscato propone una ingeniosa y simpática versión de la ópera de Rossini, que sitúa en un viejo teatro decadente que bien podría llamarse Sevilla, según él mismo ha explicado. «Todos los personajes principales del ‘Barbiere’ tienen que ver con la música», justifica. En ese teatro, Don Bartolo es el empresario, Rosina la vedette; Fígaro el factótum que hace de apuntador, maquillador, peluquero, sastre y tramoyista; Don Basilio el maestro de música, Berta la coreógrafa del cuerpo de baile, y Ambrogio el limpiador. «El único forastero –sigue Moscato– es el Conde de Almaviva, que quizá sea el autor anónimo de ‘L’inutil precauzione’», la obra que se inventa Rosina para burlar a su tutor.
No hay ‘originalidades’ y sí mucho sentido del humor en una puesta en escena llena de detalles, donde las coreografías de Nicole Kehrberger le aportan un dinamismo singular. Chailly demuestra su categoría al frente de la orquesta de la Scala –que recupera el ‘sistro’, un raro instrumento de percusión que Rossini introduce en tres momentos de la partitura–, y el reparto brinda una verdadera lección de canto rossiniano▶ Maxim Mironov, Marco Filippo Romano, Svetlina Stoyanova, Mattia Olivieri, Laviania Bini y Costantino Finucci.
‘Madina’
A ‘Il barbiere di Siviglia’ se ha sumado otro esperado estreno –en este caso absoluto–, el del ballet ‘Madina’, que la pandemia obligó a aplazar. Se trata de un encargo realizado por la propia Scala al compositor Fabio Vacchi –uno de los grandes nombres de la música italiana actual– y al coreógrafo Mauro Bigonzetti, que se han basado en una novela de Emmanuelle de Villepin titulada ‘La ragazza che non voleva morire’ (’La chica que no quería morir’).
El libro, basado en hechos reales, cuenta la historia de Madina, una joven que, tras ser violada por soldados de un país que ha invadido el suyo, es empujada por su familia a cometer un atentado suicida en una gran ciudad occidental. El terrorismo, la violencia, el odio, la venganza o la conciencia son los temas que gravitan en la novela y también en el ballet, cuyo libreto firma la propia De Villepin. Y de esa tensión, de esa asfixia –Madina no quiere matar, no quiere morir– aparece en la partitura, de Fabio Vacchi, sobre la que había una gran expectación. El compositor emplea, además de la orquesta y del coro, tres voces –una mezzo, un tenor y un actor– para expresar de manera acerada todo el dramatismo de la acción. Su música es intensa, dolorida, en ocasiones violenta, pero expresiva en todos sus compases. Los momentos en los que emplea el coro, siempre potente, siempre anhelante, son quizás los más logrados –junto con el uso vehemente, casi agresivo, de la percusión en la escena final–, de una música poderosa, que dirigió con maestría el joven Michele Gamba, que dentro de unos días dirigirá ‘Il barbiere di Siviglia’ en Menorca.
Manuel Legris, director del Ballet de la Scala, ha escogido a Mauro Bigonzetti para contar esta desasosegante historia con sus movimientos. Su lenguaje es danza contemporánea muy estilizada, y a través de la brusquedad de los movimientos consigue caminar en paralelo con la música y la historia. Especialmente magnéticos son los momentos corales, que ayudados por la escenografía y las luces de Carlo Cerri logran estampas verdaderamente hermosas –más que los momentos líricos y los pasos a dos, menos inspirados–. El veterano Roberto Bolle y una atormentada Antonella Albano son la pareja protagonista de esta ‘Madina’ que el público premió con cerca de diez minutos de aplausos.