ABC (Andalucía)

El mago de Oz

Ya sabíamos que el poder puede encumbrar a los mediocres, pero nunca se había visto a un dirigente tan desnudo como a Iván Redondo

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

HACÍA tiempo que no había asistido a un espectácul­o tan fascinante como la entrevista de Jordi Évole a Iván Redondo en la noche del pasado domingo. El antiguo jefe de Gabinete de Sánchez logró atrapar al espectador en un ejercicio virtuoso de teatralida­d y superficia­lidad que producía asombro.

Desde cuando se sacó del bolsillo unas piezas de ajedrez hasta cuando dijo «in my opinion», todo era una parodia digna de los Hermanos Marx. Ni el mejor guionista hubiera ideado una representa­ción tan surrealist­a como la que vimos.

La gran pregunta a la que debería responder el presidente del Gobierno es qué encontró en este personaje, incapaz de hilar una afirmación coherente o inteligent­e, para encargarle una responsabi­lidad como la que desempeñó.

En muchos momentos de la entrevista, Redondo se encarnó en el mago de Oz, el personaje que, oculto en una tramoya, habita en un castillo donde tiene embrujados a sus habitantes. El ilusionist­a es un anciano asustadizo que manipula un muñeco que intimida a la población por su terrible apariencia.

Ya sabíamos que el poder puede encumbrar a los mediocres e incluso ocultar sus limitacion­es, pero nunca se había visto a un dirigente político tan desnudo como a Iván Redondo, verdadero maestro del tópico, de la banalidad y de las afirmacion­es mayestátic­as sin significad­o alguno.

Casi todo lo que dijo era inverosími­l o increíble, pero su problema es que se le notaba demasiado, como cuando aseguró que el PSOE nunca había considerad­o a Vox como una baza para debilitar al PP, algo sencillame­nte falso al igual que la edulcorada versión de su salida de La Moncloa.

Resulta muy poco estético que Redondo haya fichado por un grupo periodísti­co tras dejar el puesto, pero lo esencial es la pregunta de cuáles son los criterios en los nombramien­tos de los cargos públicos, que parecen mucho más motivados por el amiguismo y la fidelidad que por los méritos y las capacidade­s.

Redondo es una gota en el océano de tráfico de favores, sectarismo, puertas giratorias y clientelis­mo que han viciado la política desde hace décadas. No hay nada nuevo en la designació­n del exjefe de Gabinete salvo su clamorosa insustanci­alidad.

Si no hubiera dado el paso de comparecer en el programa de Évole, que no fue nada complacien­te con él, quedaría la duda sobre sus cualidades. Pero él mismo se retrató ante el público. Su gran servicio es que corroboró el principio de Peter por el que cualquiera puede alcanzar su máximo nivel de incompeten­cia.

Al final de ‘El mago de Oz’, Dorothy se despierta y se da cuenta de que todo ha sido una pesadilla. Tras la entrevista de Évole, también estoy tentado a creer que Iván Redondo fue un sueño, un personaje de ficción que sólo existió en la mente del presidente, un avatar en el océano de irrealidad en el que flotamos.

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