Escuela de mandarines
Lo de Redondo con Évole fue el gran Oz descorriendo él mismo las cortinas para ver el engaño
LO de Iván Redondo con Évole supone reafirmarnos en el timo del tocomocho (y no lo digo por el pelo, la pregunta que faltó). En el conocido timo, dos tíos quieren sacar provecho, el estafador y el estafado. Iván Redondo y Sánchez, por citar a la víctima de su último trabajo. En la entrevista, Redondo se muestra como un retratado mental. Y si cree a un cantamañanas semejante, la víctima también lo es. Dijo que el acoso ridículo de Sánchez a Biden fue «una primera toma de contacto insuficiente». Tiene gracia eso que supuestamente les pasa a las mujeres del ‘síndrome de la impostora’. A mí ese síndrome me parece la misma tontería que el síndrome premenstrual. Pero allá otras mujeres con sus cosas. Redondo no tiene nada parecido. Siendo un impostor, pretende ser un genio. Pese a saber que no lo es. Actitud. ¿No tiene actitud Díaz Ayuso? Él también. Aunque a ella no se le ocurriría decir que su ideología es la de su generación. ¿Qué demonios es eso? Nada, claro, de eso se trata. Pero no tiene por qué ser un impostor, sólo un trabajador por cuenta ajena. Se aprovecha de eso que Jean D’Ormesson calificaba como ineptocracia, un sistema de gobierno donde los menos capaces de gobernar son elegidos por los menos capaces de producir y en el que los otros miembros de la sociedad menos calificados para procurarse su sustento son obsequiados con bienes y servicios pagados con los impuestos confiscatorios sobre el trabajo y la riqueza de unos productores que van disminuyendo.
Redondo cita frases literales de ‘El ala oeste’. Por ejemplo, la de Mary-Louise Parker sobre la voz presidencial (que hay que ser presidente para usarla, vaya). Lo de menos en su actuación del domingo es si este maestro pirotécnico mentía, sino su desempeño como esparcidor de humo. Ninguna decepción podía haber porque lo personificado en Sánchez eran (son) ilusiones de vendedor de cremas anticelulíticas. Lo sorprendente es que en lugar de mantener el misterio y seguir haciendo creer que era el grande y poderoso Oz, él mismo ha descorrido la cortina para que veamos cómo manipula palancas y mentes bobas. En sus memorias, Walter Cronkite dice que desde que Theodore H. White publicó ‘The making of a president, 1960’, sobre las elecciones que ganó Kennedy, sus imitadores dejaron de interesarse por el contenido de las campañas y lo que se debatía para centrarse en los secretos de las maquinarias electorales. Para centrarse, como recordaba Lorenzo Gomis en ‘La primavera no es noticia’, en la grasa en lugar del filete. Redondo y Sánchez son la grasa que se da a los perros.
Se reedita ‘Escuela de mandarines’, de Miguel Espinosa. La monumental novela parodia la universidad, pero esa Feliz Gobernación y sus castas también son la política. Un grandioso alegato contra el poder y sus administradores. Si por lo menos Redondo citara a Espinosa…