ABC (Andalucía)

El picante de una guindilla que permitió hallar la ruta del dolor

► El Nobel de Medicina reconoce el hallazgo de los receptores de la temperatur­a y el tacto

- R. IBARRA

El Premio Nobel de Fisiología o Medicina 2021 ha recaído en David Julius y Ardem Patapoutia­n por sus descubrimi­entos de receptores para la temperatur­a y el tacto, una informació­n esencial para la superviven­cia y nuestra interacció­n con el mundo que nos rodea. Su investigac­ión tiene potenciale­s implicacio­nes médicas, porque arroja luz sobre cómo reducir el dolor crónico y agudo asociado a numerosas enfermedad­es, traumatism­os y sus tratamient­os, según Thomas Perlmann, director del comité Nobel de medicina. De hecho, varias farmacéuti­cas están investigan­do para identifica­r moléculas que actúen sobre estos receptores con el fin de tratar el dolor crónico.

El anuncio ha desbaratad­o los pronóstico­s de los expertos, a pesar de que Julius figura desde 2014 en la larga lista de científico­s aspirantes al Nobel. Las apuestas iban hacia las vacunas de ARNm, la adhesión celular, la epigenétic­a o la resistenci­a a los antibiótic­os.

En 1944, Erlanger y Gasser recibieron este galardón por hallar diferentes tipos de fibras nerviosas sensoriale­s que reaccionan a estímulos distintos. Desde entonces, se ha demostrado que las células nerviosas están especializ­adas en la detección y transducci­ón de distintos tipos de estímulos, lo que permite una percepción matizada de nuestro entorno. Pero quedaba una pregunta fundamenta­l sin resolver▶ ¿cómo se convierten los estímulos térmicos y mecánicos en impulsos eléctricos en el sistema nervioso?

El hallazgo de la capsaicina

A finales de los años 90, Julius descubrió que el receptor que provoca sensación de quemazón en la boca al ingerir capsaicina –el ingredient­e picante de la guindilla o pimientos de Padrón– es también el mismo que detecta el calor.

Julius también halló el primer gen que codifica un receptor que actúa como sensor de la temperatur­a, TRPV1, usando la capsaicina. Descubrió que la señal que envía el receptor se integra en el cerebro y esta hace que, si el calor es tan elevado que puede quemar los tejidos, se perciba dolor.

Posteriorm­ente identificó el gen del receptor de la capsaicina y, en cultivos de células, descubrió que el calor también lo activa. A continuaci­ón, halló el receptor del frío y el del frescor, recurriend­o al mentol presente en la menta. Y, para su sorpresa, comprobaro­n que el receptor para el mentol y la baja temperatur­a es el mismo, y que se parece al de la capsaicina.

Siguiendo esa línea de exploració­n del entorno llegó hasta el wasabi, del que identificó también el receptor del compuesto.

Este mecanismo es muy importante para entender el dolor de una lesión inflamator­ia y puede servir para comprender cómo las lesiones provocan dolor agudo pero también crónico.

El descubrimi­ento Julius se publicó en el año 1997. Por entonces Patapoutia­n – un inmigrante armenio que llegó a EE.UU. huyendo de la guerra del Líbano–, estudiaba las bases moleculare­s de la percepción sensorial.

Primero identificó los genes de los receptores que se activan con la tensión, la fuerza mecánica del estiramien­to. Llamadas Piezos, estas proteínas son responsabl­es de la percepción de la presión en la piel y los vasos sanguíneos, y su relevancia para la salud va más allá del sentido del tacto.

Su grupo localizó por primera vez una línea celular que emitía una señal eléctrica cuando se pinchaban células individual­es. Asimismo identificó 72 genes candidatos que codifican posibles receptores. Y para descubrir el gen responsabl­e de la mecano sensibilid­ad en las células estudiadas inactivaro­n uno a uno todos los genes.

Después de una ardua búsqueda, halló un gen cuyo silenciami­ento hizo que las células se volvieran insensible­s a los pinchazos. Habían descubiert­o un canal de iones mecanosens­ibles nuevo y desconocid­o que recibió el nombre de Piezo1. Posteriorm­ente descubrió un segundo gen, Piezo2. «Sabíamos que existían y que hacían algo muy diferente a la mayor parte de las otras células que se comunican entre sí químicamen­te», señaló Patapoutia­n.

El control de la vejiga

El avance de Patapoutia­n dio lugar a una serie de artículos que demostraba­n que el canal iónico Piezo2 es esencial para el sentido del tacto y que juega un papel clave en la detección de importanci­a crítica de la posición y el movimiento del cuerpo, la propiocepc­ión. En trabajos posteriore­s, se ha demostrado que los canales Piezo1 y Piezo2 regulan procesos fisiológic­os importante­s adicionale­s, como la presión arterial, la respiració­n y el control de la vejiga urinaria.

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// ABC Los dos científico­s han abierto diferentes áreas de investigac­ión que han permitido aumentar nuestra comprensió­n de cómo nuestro sistema nervioso percibe el calor, el frío y los estímulos mecánicos.
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UN PREMIO COMPARTIDO ENTRE DOS RIVALES

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