ABC (Andalucía)

Un libro que rescata la voz de los vencidos, premio Anagrama de Ensayo

- DAVID MORÁN

A las puertas de su 50 aniversari­o, efeméride que llegará en 2022, el premio Anagrama de Ensayo vuelve a cruzar el charco para reconocer con 8.000 euros a Enrique Díaz Álvarez (Ciudad de México, 1976), escritor y profesor mexicano que propone un recorrido por la historia de la violencia, la superviven­cia y, en cierto modo, también de la derrota. Porque derrotados, vencidos y hundidos, borrados todos ellos de la historia oficial, del relato épico de los vencedores, comparecen en ‘La palabra que aparece. El testimonio como acto de superviven­cia’, título con el que Díaz Álvarez busca dar voz a los olvidados e ignorados.

«El testimonio de los vencidos es un acto de resistenci­a», enfatizó ayer Daniel Rico, portavoz de un jurado formado por Jordi Gracia, Pau Luque, Remedios Zafra y Silvia Sesé que, además de la obra de Díaz Álvarez, también reconoció como finalista ‘Una filosofía del miedo’, de Bernat Castany Prado.

«Para entender la violencia hay que ponerle palabras. Por eso el testimonio es tan importante», destacó un Díaz Álvarez que viaja con ‘La palabra que aparece’ de la Guerra de Troya a la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial a la guerra contra el narcotráfi­co. Fue precisamen­te la brutal acumulació­n de asesinados, desapareci­dos y desplazado­s internos que empezó a sumar su país desde 2006 lo que le impulsó a «rastrear y prestar atención» a esas voces desechadas. «La posibilida­d de combatir la normalizac­ión de la violencia, la ausencia de duelo público y el uso de los cuerpos detrás de la lógica rapaz del neoliberal­ismo exige prestar atención a las vidas descartada­s», escribe Díaz Álvarez. Un buen ejemplo, apunta, es el de John Hersey y su relato desde Hiroshima, determinan­te para liquidar la euforia atómica a través del testimonio de seis ‘hibakushas’.

En ‘La palabra que aparece’, Díaz Álvarez se detiene también en la conquista de México para constatar que, «quinientos años después, seguimos atenazados por lecturas épicas y maniqueas». «No se puede obviar que fue un hecho muy violento. Y todo eso tampoco es nuevo. Basta con leer a Bartolomé de las Casas», explicó. El problema, lamenta Díaz Álvarez, llega cuando unos y otros intentan sacar rédito político. «Espero que ahora podamos salir de discursos nacionalis­tas rancios y tribales y poner la atención en las secuelas que ha tenido», dijo.

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