ABC (Andalucía)

MÁS PRESUPUEST­OS POPULISTAS

Era lógico que Calviño opusiese resistenci­a a intervenir de facto los alquileres en España por la insegurida­d jurídica de esa medida. Sin embargo, Sánchez vuelve a ceder ante Podemos

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E Lpresident­e del Gobierno encarriló ayer sus segundos Presupuest­os Generales del Estado tras alcanzar un acuerdo con su socio de coalición, Unidas Podemos, por el que impondrá una reforma intervenci­onista sobre el precio de los alquileres de viviendas, y un tipo mínimo en el impuesto de sociedades del 15 por ciento. Estas son las condicione­s que había planteado Podemos, y eran las mismas a las que tanto la vicepresid­enta Nadia Calviño como el ministro de Presidenci­a, Félix Bolaños, habían opuesto resistenci­a. Sin embargo, ha vuelto a ocurrir lo de siempre▶ Sánchez cede y vuelve a claudicar ante el chantaje populista para diseñar unas cuentas públicas que no solo amenazan con ser irresponsa­blemente expansivas, sino que además pondrán en jaque la seguridad jurídica de los propietari­os españoles con su reforma de la ley de vivienda. Desde ahora, los dueños de más de diez propiedade­s serán obligados a bajar los alquileres, y además verán gravadas las casas vacías con recargos de hasta un 150 por ciento más de IBI. Habrá que esperar a la letra pequeña y a saber si las comunidade­s autónomas tendrán libertad para poder aplicar este golpe al derecho a la propiedad privada. Pero por ahora basta con asumir lo que hasta la propia Calviño tiene como cierto, que la reforma amenaza con ser inconstitu­cional desde su raíz por su insegurida­d jurídica.

Así, Calviño vuelve a fracasar ante Podemos en su intento de abrir una vía regulatori­a alternativ­a que promoviese incentivos fiscales para facilitar el acceso a la vivienda a la población más vulnerable. Por el contrario, se opta por penalizar lo que la izquierda denomina de forma interesada como «grandes propietari­os», porque de lo que se trata en realidad no es de suavizar las condicione­s del mercado para nadie, sino de aparentar que solo este Gobierno, el del ‘escudo social’, combate a los ricos insolidari­os, a los fondos buitre y a los terratenie­ntes opulentos. Pero en realidad solo castiga a la clase media para reafirmar su demagogia electorali­sta. Además, a Sánchez, el marchamo de aparente inconstitu­cionalidad de sus decisiones le resulta indiferent­e: cuando el TC se pronuncia siempre es demasiado tarde para todo, como ha ocurrido con la utilizació­n indebida del estado de alarma contra la pandemia.

Desde una perspectiv­a puramente política, Sánchez logra un acuerdo con Podemos que, de un modo u otro, se iba a producir en cualquier caso, cediese quien cediese. Era impensable que fuesen a romper la coalición. Son dos partidos que mantienen pulsos ficticios, a menudo con apariencia de tensión interna, pero que no tienen más salida que la del pacto por la sencilla razón de que todavía no ha llegado el momento de amputar la legislatur­a. De ahí la teatraliza­ción, la sobredimen­sión de los pulsos intestinos, y el tacticismo de simular un enfrentami­ento continuo entre ambos para cultivar una pantomima. De momento, PSOE y Podemos se necesitan, y así seguirá siendo hasta que se acerquen las elecciones. Ahora les queda por resolver el apoyo de ERC y el PNV, lo que aumentará aún más las dosis de ficción durante unas semanas. Y cuando hayan pasado el platillo para el cobro de su extorsión, bastará con que fabriquen la eterna coartada de que la izquierda social, progresist­a y responsabl­e se une frente al miedo, el odio y la fractura que provoca la derecha. No obstante, la clave de los presupuest­os estará en que cuadren, porque los vigentes no lo hacen. Ni con los 27.000 millones que Sánchez calculó que nos enviaría Europa, ni con los ingresos. De ahí, este acoso fiscal sistemátic­o que se produce contra los ciudadanos.

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