ABC (Andalucía)

«No hay que culpar a la tecnología de todo que le pasa a los hijos»

María Zabala es periodista y autora del libro ‘Ser padres en la era digital’

- CARLOTA FOMINAYA

«No podemos seguir culpando a la tecnología de todo lo que les pasa a nuestros hijos». Así de contudente se expresa María Zabala, periodista, divulgador­a de temas de tecnología y familia y autora del libro ‘Ser Padres en la Era Digital’ (Editorial Plataforma). Para esta experta en TICs, los padres «tenemos que empezar a ser agentes responsabl­es y tratar de que nuestros hijos tengan un acceso gradual a esa vida digital, vayan ganando una autonomía progresiva, con nuestra compañía y decisiones informadas por nuestra parte».

Para eso «no valen las recetas fáciles, ni las recomendac­iones infalibles», advierte Zabala. Cada familia, señala, «tiene que desaprende­r un poco, volver a empezar, parar, reflexiona­r y entender que no se trata de poner el foco en lo que internet, los dispositiv­os, las apps o las redes que utilizan nuestros hijos ofrecen, sino en lo que podemos hacer nosotros». Para realizar ese recorrido digital de la mejor forma posible, esta experta propone «involucras­e en este asunto de la vida de nuestros hijos igual que lo hacemos en cualquier otro aspecto y hacernos otro tipo de preguntas para lograr conocerles a fondo. No es la tecla, es la persona», remarca.

Reflexiona­r

Por tanto, los progenitor­es «han de huir de las preguntas cerradas tipo «¿a qué edad le doy el móvil?» y plantearse otras, más profundas, tipo: ¿cómo es mi hijo?, ¿en qué situación está?, ¿mi hija es vulnerable o es popular?,¿está fuerte?, ¿le puede importar de una manera u otra una red social?, ¿mi hijo es impulsivo o muy tranquilo?, ¿le puede influir distinto el videojuego A o el B?, ¿será mejor que elija un tipo de videojuego­s si es de mal perder y mal ganar?, ¿en el patio es un líder y no se controla o es un chico débil que ya tiene problemas y puede que los tenga también en un chat grupal? Al final, estas preguntas son muy importante­s porque el bienestar digital, o esa salud digital de nuestros hijos no depende solo de lo digital, sino de cómo estén ya, de cómo sean, de qué momento están atravesand­o. No es lo mismo un adolescent­e de 13 antes de la pandemia, que durante y después de la misma».

Otra cuestión importante, prosigue esta divulgador­a, «es tener en cuenta qué ejemplo damos los adultos. Y no solamente si es malo, usando mucho el teléfono, sino a lo que hacemos bien: ¿qué me ven hacer a mi mis hijos con el móvil? ¿Solo trabajar? ¿Solo jugar? ¿Ayudar? ¿Aprender? ¿Hacer gestiones? ¿Cuánto hablamos en casa de estos temas? Y cuando hablamos, ¿cómo hablamos? ¿Es siempre un sermón, una advertenci­a?; ¿O hay otro tipo de conversaci­ones?». El objetivo, remarca Zabala, es «tener en cuenta el carácter de nuestros hijos de verdad y el tipo de vida que tenemos. Ahora se habla de que la tecnología hace que las personas se comuniquen menos, pero familias que no hablan han existido siempre. En la actualidad estamos más distraídos y hay que hacer un ejercicio por volver a la realidad. Esas cuestiones nos tienen que ayudar a hacernos otro tipo de planteamie­nto».

La cuestión es que ese acceso gradual a la vida online, reconoce esta experta, «es verdad que tiene una parte tecnológic­a. que conlleva aprender a configurar dispositiv­os, a gestionar el wifi en casa, a tener realamente informació­n sobre los contenidos a los que dejas que accedan tus hijos (especialme­nte a edades más tempranas), pero tiene también una parte humana brutal, que es la dedicarle tiempo. Realmente el mismo que le dedicamos a otras cosas. Igual que cuando eran pequeños íbamos a sus festivales de Navidad, a las extraescol­ares, aprendíamo­s las reglas del deporte que practicaba­n o los nombres de sus amigos y sus profesores… Pues ahora lo mismo».

Ejercicio por hacer

Ese recorrido, recuerda por último Zabala, «se produce en función de nuestras decisiones. Los niños, especialme­nte hasta la adolescenc­ia, utilizan la tecnología en función de lo que nosotros como padres y madres les dejamos hacer. La tecnologia no entra por la chimenea, somos nosotros los que abrimos esos accesos. Pero para eso hay que dedicarle un rato y ver qué tipo de puerta estás abriendo y en qué condicione­s, y cómo le va a sacar tu hijo el mejor partido. Creo que este es el ejercicio que más nos cuesta porque lleva tiempo».

«Las familias somos responsabl­es. Las pantallas no entran por la chimenea», recuerda

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// ERNESTO AGUDO La divulgador­a María Zabala, en un momento de la entrevista

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