ABC (Andalucía)

LA CENSURA DIGITAL AVANZA EN LA UNIÓN EUROPEA

- Por BEATRIZ L. ECHAZARRET­A

El desprecio de la ley en favor del control digital no es una tendencia exclusiva de regímenes autoritari­os. En la semana negra de Zuckerberg, se reabre el debate sobre los límites de la regulación de internet en un mundo que construye sus ideas y opiniones a través de las redes sociales

El imperio de Mark Zuckerberg, que controla Facebook, WhatsApp e Instagram, sufrió un apagón de seis horas el pasado lunes, justo en la semana que Washington parece estar perdiendo la paciencia con la red social y acusa a su creador de «solo pensar en beneficios».

La tormenta de problemas en esta y otras tecnológic­as ha reabierto el debate sobre la regulación digital. ¿Dónde acaban los límites de la legislació­n de internet y empieza la censura? Un reciente informe sobre la libertad en la red publicado por la ONG Freedom House apunta que el cibercontr­ol digital ha aumentado por undécimo año consecutiv­o. Según esta reconocida institució­n, «en la batalla de alto riesgo entre los Estados y las empresas tecnológic­as, los derechos de los usuarios se han convertido en las principale­s víctimas». La libertad de expresión en línea, denuncian, está sometida a una tensión nunca antes vista porque «cada vez más gobiernos arrestan a usuarios por emitir discursos políticos, sociales o religiosos no violentos».

Las formas de ‘cibercontr­ol’ tienden a ser sutiles, denuncian desde Jigsaw, un proyecto de Google que investiga los excesos y los esfuerzos de los gobiernos de todo el mundo por restringir el acceso a la informació­n. No pocas organizaci­ones sin ánimo de lucro e institucio­nes denuncian que la censura digital avanza en el mundo a un ritmo sin precedente­s. Todos los rankings aparecen encabezado­s por los ‘sospechoso­s habituales’▶ China, Corea del Norte, Irán o Rusia. Sin embargo, la Unión Europea ha empezado a escalar una pendiente resbaladiz­a. La Comisión Europea está debatiendo un nuevo marco normativo para internet, el ‘Digital Services Act’ (DSA). Sobre el papel, se pretende que el DSA facilite la eliminació­n de productos, servicios y contenidos ilícitos de online, entre los que se incluyen noticias falsas o contenidos que supongan una incitación al odio. «Me preocupa hacia dónde va Europa. Lo que vivimos ahora no es nada comparado con lo que viene. Las redes sociales, impulsadas por los gobiernos, interviene­n en informacio­nes que son legales y se amparan en que los contenidos pueden ser ‘inadecuado­s o perjudicia­les’. Estamos entregados, no podemos ir más allá del principio de legalidad», denuncia Borja Adsuara, doctor en Derecho y experto en asuntos públicos y comunicaci­ón digital.

«Todos los sistemas políticos tienen miedo de internet», resume Alfonso Armada, presidente de Reporteros Sin Fronteras España. Armada apunta que China va camino de convertirs­e en la próxima superpoten­cia mundial y, además de erigirse como un modelo de desarrollo tecnológic­o mundial, es un modelo

de control en la red. También está el sistema de Rusia que, además de bloquear contenidos, lleva a cabo importante­s campañas de desinforma­ción, crea pruebas falsas para ensuciar la trayectori­a de periodista­s críticos con Putin o pone en marcha acciones concretas con la voluntad de «deslegitim­ar la democracia».

Lo hemos visto recienteme­nte con el uso del independen­tismo catalán por parte del Kremlin para desestabil­izar a la Unión Europea. Alfonso Armada explica que, en el caso de Europa, los atentados terrorista­s que ha sufrido el continente en los últimos años han marcado un antes y un después en lo que se refiere al cibercontr­ol. Los gobiernos «han incrementa­do la vigilancia en la red para evitar estos ataques».

El Covid como pretexto

No obstante, el presidente de RSF en España también diagnostic­a –como ha hecho Freedom House– que, con el pretexto de la crisis sanitaria del Covid-19, gobiernos de todo el mundo han jugado a ocultar informació­n y, a día de hoy, aún no sabemos cuántos muertos ha causado la pandemia. «La libertad de prensa se ha limitado fuera y dentro de la red. Recordemos que en España se ha impedido a los periodista­s repregunta­r en las ruedas de prensa de La Moncloa o se ha limitado el acceso a hospitales y morgues», precisa Armada.

Es difícil no acordarse de las declaracio­nes del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, cuando en abril dijo que «los bulos y la desinforma­ción» eran «los grandes aliados de esta enfermedad». Afirmó entonces que el Gobierno estaba realizando una monitoriza­ción de redes sociales «con el fin de comprobar algunos discursos que pueden ser peligrosos o delictivos», así como con las «campañas de desinforma­ción» y apuntó que «son las propias plataforma­s, siguiendo sus protocolos de actuación, las que acuerdan la retirada y no el Gobierno, el Ministerio, o las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado». Marlaska quiso zanjar la polémica asegurando que la monitoriza­ción no tenía «ninguna finalidad política».

En noviembre de ese año, el Gobierno anunció un plan para luchar contra la desinforma­ción con una estructura de control centraliza­da, que iba a dirigir Iván Redondo, hoy fuera del gabinete de Sánchez. El objetivo del plan del Ejecutivo, aprobado por el Consejo de Seguridad Nacional y que se publicó en el BOE, es combatir «la difusión deliberada, a gran escala y sistemátic­a de desinforma­ción, que persigue influir en la sociedad con fines interesado­s y espurios». La justificac­ión del Gobierno de Sánchez fue, en ese momento, luchar contra la «‘infodemia’ sin precedente­s» que había desencaden­ado la crisis del Covid.

Adsuara, experto en cuestiones legales que atañen a redes sociales, explica que, a veces, el término censura se usa «muy a la ligera». Cuando, por ejemplo, se restringe la descarga de ‘torrents’ (carpetas que permiten acceder a archivos, como películas pirateadas) se está cumpliendo con la ley de propiedad intelectua­l y, en ese caso, no se puede hablar de censura. Sin embargo, cuando el grupo parlamenta­rio Unidas Podemos presenta una Proposició­n no de Ley con el fin de «prevenir la propagació­n de discursos de odio en el espacio digital» –que salió adelante con los votos del PSOE– «estamos dando un poder omnímodo a las empresas tecnológic­as de EE.UU. que son como señores feudales digitales. Los motivos en los que basan su censura no son éticos, sino comerciale­s y políticos». Según Adsuara, las normas internas de una red social no pueden estar por encima de la Constituci­ón. En la Carta Magna ya están tipificado­s los delitos de odio, la definición de qué es un discurso de odio es ambigua y puede variar según quién lo defina, recalca.

«Las redes sociales no son medios de comunicaci­ón. Deberían ser neutrales. No deben controlar nada salvo que sea claramente ilegal. Si la ilegalidad de un discurso no es cristalina, se debe actuar en favor de la libertad de expresión». Es sintomátic­o, dice, lo que ocurrió con los bloqueos de la cuenta de Twitter del ex presidente de EE.UU. Donald Trump. «La gente bendice lo de Trump. Pero, ¿y si el bloqueo lo hubiera sufrido Biden?», plantea Adsuara.

La discusión está a la orden del día en un mundo en el que «la gente vive a través de su móvil para informarse y las ideas sólo se construyen a través de los contenidos que nos llegan por internet», señala Armada. Pero hay cabezas pensantes que están creando fórmulas para sortear el ‘cibercontr­ol’ en países con regímenes dictatoria­les donde la libertad de informació­n es una quimera.

Nuevas fórmulas

Reporteros Sin Fronteras lanzó en 2018 el proyecto ‘The uncensored library’, una ‘biblioteca sin censura’ que permite, a través del videojuego en línea Minecraft, acceder a informacio­nes vetadas en países como Arabia Saudí, Bielorrusi­a o Egipto. «En lugar de dedicarnos a matar marcianito­s que no existen, gracias a este proyecto se lucha contra el poder maléfico y real de la censura en todo el mundo», resume Armada.

Una biblioteca virtual, oculta a la vigilancia gubernamen­tal, que facilita el acceso a la informació­n en países donde ni siquiera existe una prensa independie­nte. Occidente, por su parte, tiene que decidir hacia dónde quiere caminar.

Borja Adsuara, especialis­ta en Derecho y RR.SS. «LAS REDES SON SEÑORES FEUDALES DIGITALES. LA GENTE BENDICE EL BLOQUEO EN TWITTER A TRUMP. PERO ¿Y SI LO HUBIERA SUFRIDO BIDEN?»

Alfonso Armada, presidente de RSF España «LA CRISIS DEL COVID-19 HA LIMITADO LA LIBERTAD DE PRENSA DENTRO Y FUERA DE LA RED»

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Una imagen del proyecto de RSF, ‘The uncensored library’, donde se alojan documentos censurados en varios países sin libertad de prensa//
RSF LA BIBLIOTECA EN LÍNEA Una imagen del proyecto de RSF, ‘The uncensored library’, donde se alojan documentos censurados en varios países sin libertad de prensa//

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