Control de daños
Uno de los pelos que por el momento se ha dejado el Gobierno en la gatera de los Presupuestos ha sido la nueva ley del alquiler. Con el objetivo de reducir el precio del alquiler va a imponer limitación a las rentas en zonas tensionadas y va a incentivar fiscalmente a los particulares en estas mismas zonas. Hoy es difícil saber cuál va a ser el alcance real de esta reforma porque, más allá de las ocurrencias en forma de titulares que hemos conocido la semana pasada, sabemos poco más. No se sabe si en el Parlamento va a ir por el camino de la propuesta que presentó Podemos hace unos días o el PSOE va a presentar una suya. Sí sabemos que es un trámite largo (seis meses de elaboración de la ley y 18 más de aplicación), lo que nos sitúa en otro ciclo electoral, con lo que eso pueda suponer en lo que a su aplicación final se refiere en función de cuál sea el nuevo equilibrio de poder. También sabemos, y no es un tema menor, que la mayor parte de estas competencias están delegadas a las comunidades autónomas, por lo que ‘el café para todos’ es, si no imposible, cuando menos un melón que es mejor no abrir. También está claro que este no es el camino para conseguir lo que se pretende, la bajada del precio de los alquileres, como demuestra la experiencia de Barcelona, que ha sido el mercado más intervenido. Las injerencias regulatorias se han traducido en mayor inseguridad jurídica, consecuente huida de la inversión y reducción de oferta, ‘un pan como unas tortas’. Además, estos arranques populistas son música para los oídos para el
Partido Popular. Les da alas a su argumentario más apocalíptico –fin de la propiedad privada, exprópiese!,…– y más en unas circunstancias en las que las comunidades autónomas se van a poder desmarcar. ‘Miel sobre hojuelas’.
Así las cosas, y con independencia de la polvareda que se ha levantado, cada día tiene su afán. Los dos partidos del Gobierno tienen lo que buscaban uno, los titulares y, el otro, el apoyo a los Presupuestos. Y como ha pasado otras veces en esta legislatura, probablemente ahí quede la cosa. El detalle de la ley cuando se conozca diluirá el alcance de la reforma en esa estrategia de control de daños que tiene encomendada la parte socialista –sobre todo los ministerios más técnicos– del Gobierno y ya
estaremos todos a otra cosa.