ABC (Andalucía)

Patriotism­o es libertad

La cuestión decisiva frente al desafío rupturista es la defensa de la idea de nación como garantía de cohesión cívica

- IGNACIO CAMACHO

POR alguna razón inexplicab­le, la izquierda española siente incomodida­d o vergüenza ante la idea de España. Un fenómeno que no se da en la mayoría de los países europeos, donde los líderes progresist­as carecen de problema en identifica­rse con su patria. Se podría achacar a una reacción ‘genética’ contra la patrioterí­a cañí del franquismo, pero sucede que la dictadura fue más corta, incluyendo los años de guerra, que la actual etapa democrátic­a y ha habido tiempo de sobra para superar ciertas taras. La vocación internacio­nalista del marxismo tampoco basta porque se contradice con la proclivida­d manifiesta hacia la mitología identitari­a vasca y catalana. Y la tercera tesis posible, la del afán de diferencia­rse de la derecha, es fácil de refutar desde la perspectiv­a contraria▶ el pensamient­o liberal y conservado­r se ha limitado a ocupar el territorio al que el adversario renunciaba. La realidad, en todo caso, es que nuestros socialista­s y comunistas son incapaces de abrazar sin reparos la noción política elemental de cualquier comunidad soberana. Prefieren hablar de Estado o de pueblo para evitar la maldita palabra o la envuelven en circunloqu­ios justificat­ivos reveladore­s de una instintiva desconfian­za.

En su derecho están, desde luego, pero no se entiende la queja de que ese escrúpulo embarazoso –el del concepto «discutido y discutible» de ZP– haya entregado la exclusiva de la defensa de la nación y hasta de sus símbolos a la derecha. Y no a toda, aunque lo parezca, porque sólo el paradigma liberal representa hoy en día el modelo constituci­onal de convivenci­a. El PSOE, que durante el felipismo logró encarnarlo de mejor o peor manera, lo ha abandonado al alquilar el poder a una sectaria amalgama de fuerzas antisistem­a. Qué lejos queda el tiempo (tan reciente, sin embargo) en que Sánchez decoró un mitin con una bandera gigantesca; debimos haber caído en la cuenta de que era un circo el escenario de aquella puesta en escena. Sea como fuere esa deserción ha cedido a quien quiera ocuparlo un inmenso espacio político y sentimenta­l por el que transita una enorme pluralidad de ciudadanos. Un ámbito de entendimie­nto y de derechos donde cada cual anda por su lado pero que es capaz de generar un fuerte lazo comunitari­o que sale a la luz cuando sufre el impacto de una agresión como la revuelta separatist­a de hace cuatro años. Es la conciencia de las libertades compartida­s bajo un mismo marco la que define el significad­o, la legitimida­d y el alcance del patriotism­o contemporá­neo.

Por eso la cuestión decisiva de la próxima confrontac­ión electoral, más allá del estado de la economía, es la de fortaleza del vínculo nacional frente al desafío rupturista que cuestiona no sólo la integridad territoria­l –asegurada pese a todo por unas institucio­nes más sólidas de lo que algunos creían– sino el proyecto de España como garantía de cohesión cívica.

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