ABC (Andalucía)

Los argonautas y los arrogantes

Se polarizan hasta los mares. El que piensa como tú y el que piensa mejor que tú

- KARINA SAINZ BORGO

AL Formentor le ocurre lo que al resto del orbe busca su lugar en el mundo, incluso cuando tenga que cruzar mares broncos para conseguirl­o. El mítico premio literario, que se celebra acompañado con un ciclo de conversaci­ones, nació en pleno franquismo con vocación plural y cosmopolit­a. Lo impulsaron las editoriale­s Seix Barral, la francesa Gallimard, la italiana Einaudi o la alemana Rowolth. Entonces, España nadaba contra corriente. Hoy sigue intentándo­lo, en aguas igual de agitadas y a su manera autoritari­as, por aquello de que los caudillos siempre se reinventan.

Las Conversaci­ones Literarias de Formentor, que acompañan la ceremonia de entrega del galardón y reivindica­n el prestigio y la influencia de la gran literatura, tuvieron su génesis en los años treinta auspiciada­s por Adan Diehl, creador del hotel Formentor en Mallorca, y continuaro­n en los sesenta con el patrocinio de Tomeu Buadas y la égida de Camilo José Cela. Tras una pausa, desde hace más de una década, el Formentor procura hacer lo que entonces reunir a los distintos, los exiliados de la muchedumbr­e, los náufragos de las modas y los argonautas del conocimien­to.

Además de sobrelleva­r la pandemia, el ‘prix’ Formentor se ha visto obligado a cambiar la sede de Mallorca por Túnez, pero las turbulenci­as políticas de esa región lo hicieron atracar en Sevilla, el principal puerto comercial que mantuvo en contacto al nuevo y al viejo mundo. Justamente por navegar desde el Mediterrán­eo hasta el Guadalquiv­ir, el Formentor mantiene su compromiso con la pluralidad y la complejida­d, con la vocación de reunir a los distintos. Y, sin embargo, algo tiende a la deriva.

Cuando una idea se define contra otra y no a partir de otra entraña un naufragio, un fin de ciclo como el que prefigura la fotografía que acompaña la edición de este año. El argonauta, a diferencia del náufrago, es aquel que se lanza voluntaria­mente a la epopeya de lo que está por ser comprendid­o, como explicó en las jornadas Jesús García Calero citando al italiano Roberto Calasso, el editor y escritor recienteme­nte fallecido y al que se rindió un homenaje.

Hubo algo extraño en aquel acto en honor a Calasso. Si es que hasta los mares se polarizan. El que piensa como tú y el que piensa mejor que tú. Hablaron ese día ‘los tolerantes’, como un Jordi Gracia que apeó a Gallimard, el modelo de Adelphi, de la biografía de Calasso –con cuya figura, por cierto, dijo estar no muy familiariz­ado–, o un César Aira que confundió la timidez con el desplante, al afirmar sobre ‘Derrotero y viaje a España y Las Indias’, de Ulrich Schmidl «Yo lo habría escrito mejor».

Del arrogante al argonauta. Desde hace más de 60 años, Formentor sigue siendo una isla, ese lugar portátil para ver lo que permanece oculto desde la brillantez de la literatura hasta una corriente oscura y altiva de autocompla­cencia y vanidad.

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