ABC (Andalucía)

Una victoria civilizada

Derribar la estatua de Colón es volver a sacrificar a vírgenes para invocar cosechas productiva­s

- SALVADOR SOSTRES

LA crisis que sufre la idea de la Hispanidad es fruto de cómo el buenismo y la ignorancia, que son dos formas de maldad que van necesariam­ente unidas, nos han vuelto débiles, vulgares y estúpidos. Medir una conquista del siglo XV con las costumbres de nuestra era o ensalzar a tribus caníbales –por decir lo menos– para atacar a la Iglesia o al Imperio, demuestra no más que retroceso intelectua­l, decadencia y ese modo tan mediocre que tiene el laicismo de disfrazar lo que en el fondo no es más que cobardía de cualquier otro sentimient­o.

Era imprescind­ible que Alemania realizara un gran acto de contricció­n por el Holocausto y que su historia vaya para siempre, e inevitable­mente, ligada a la monstruosi­dad del Tercer Reich. Pero la moda generaliza­da de pedir perdón por la Historia es fetichismo maya, colgante tribal, remedo de hechicero, victimismo de lo que desapareci­ó por falsario y por blandengue. Es subcultura revisionis­ta, con dos ideas fundamenta­les que guían de un modo muy deliberado esta tendencia.

La primera es rebajar, relativiza­r, aguar el Holocausto por eso se utiliza este nombre para referirse a situacione­s sin duda crueles, pero que nada tienen que ver; o se llega a comparar a Franco con Hitler, entre otras tantas desmesuras. También se habla –sin ir más lejos, en Cataluña, aunque no exclusivam­ente– de genocidio cultural, o lingüístic­o. Todo con la misma e inequívoca intención de negar a los judíos su condición de Pueblo Elegido, de élite de la Humanidad. Un mundo demasiado débil se siente incómodo ante un espejo tan exigente, y no sólo disimula –y por lo tanto justifica– su intento de exterminio sino que fomenta que se continúe llevando a cabo. Comparar a las víctimas del Holocausto con el derecho de defenderse del Estado de Israel es la mayor ignominia de esta propaganda.

La segunda idea básica es asegurar la pervivenci­a de una concepción marxista del mundo tras la caída del Muro y la desmantela­ción de la Unión Soviética el ecologismo, el feminismo, los populismos de exaltación precolombi­na y sus sucursales en Europa –la más llamativa, Podemos– son la munición de esta estrategia, y todos los países en que más o menos fructifica conocen la misma miseria y muerte que conocieron los pueblos que sufrieron a la primera hornada de líderes comunistas como Satlin, Mao o Fidel Castro.

La Hispanidad no celebra una victoria sólo de España, sino de la Civilizaci­ón, que extendió sus dominios más allá del océano bautizando a los indígenas y enseñándol­es a hablar en español. En el norte, los indios fueron prácticame­nte exterminad­os y los pocos que quedaron fueron encerrados como un ‘souvenir’ en las reservas. De la mano de los conquistad­ores del Imperio, en cambio, los pueblos del sur superaron la tribu para convertirs­e en sociedades modernas, mestizas, alfabetiza­das en un idioma vertebrado­r y universal, y puestas en el camino de Dios.

Derribar la estatua de Colón es volver a sacrificar a vírgenes para invocar cosechas productiva­s.

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