ABC (Andalucía)

Vomitar bilis

- MANUEL MARÍN

La paradoja más destructiv­a en estos tiempos de radicaliza­ción es disfrazar de antifascis­mo el fascismo más lacerante. No es la simple perversión del lenguaje lo que lo hace más tóxico. Es la prostituci­ón de la realidad la que hace pasar al universita­rio catalán vestido de gestapillo con lazo amarillo por un dócil demócrata. Y su misión en la vida es luchar contra el fascismo del constituci­onalista que ose levantar una carpa en la Universida­d para exigir libertad. Libertad de pensamient­o, libertad de expresión, de voto, de cátedra… Y para exigir sus derechos, que son los grandes censurados en esta guerra de odio, porque aquello de la ‘batalla de las ideas’, de tanto repetirlo y sobarlo, ya está obsoleto. No hay batalla de las ideas. Hay una guerra del odio, y la vamos perdiendo.

Les destruyero­n la carpa. Una más. Les golpearon. Otra vez. Y les arrastraro­n por el suelo a patadas, como signo de esta nueva normalidad en la que todo pasa sin que pase nada, y en la que el fascismo separatist­a se ha convertido en una simple rutina sin siquiera alcanzar a ser anécdota. Y ultraprote­gido por el Gobierno. ¡Qué coño! Por el Estado, que nadie se escaquee. Hay demasiada institució­n haciendo la vista gorda mientras sus excelentís­imas presidenci­as engordan de ego en los comederos de moda, y sin que el Consejo de Ministros dedique cinco segundos a condenar la agresión a unos demócratas. Hasta eso ya lo vemos normal.

Leo a Rafael Arenas en su Tercera de ABC. Ya ni siquiera pide valentía para un constituci­onalismo dormido, superado, apaleado. En la Universida­d barcelones­a los comandos nacionalis­tas no visten camisas pardas, pero sí las abrochan a sus ojos con odio irracional. Habla Rafael de desamparo, de estrategia totalitari­a, de pensamient­o oficial, de persecució­n al discrepant­e. Y ellos, los agresores, son los antifascis­tas. Y los agredidos, humillados y expulsados –expulsados, eh– son los fascistas. Y las teles lo repican como si leyeran la quiniela hípica, al trantrán de una concordia para lelos, sin atisbo crítico, sin revisar cómo absorbemos el metalengua­je de la ira guerracivi­lista en nuestro periodismo de farsa.

Qué fácil resulta ser antifascis­ta. Como cuando la BBC llamaba a ETA organizaci­ón separatist­a. Hemos retrocedid­o, Rafael. Salen de cacería con la inquietant­e sonrisa de tanto rector miserable, de tanto policía cómplice, de tanto periodismo vago. Te leo, Rafael, y no comprendo que en lugar de vomitar bilis sigáis argumentan­do. Admirable.

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