Folklore y realidad
Que Pedro Sánchez esté pensando en indultar a Puigdemont es una concesión derrotista en una partida que se está ganando
SOSTRES
El folklore españolista hace siempre el ridículo en Cataluña. Es mucho más eficaz la propaganda independentista. Pero es que a España le sobra realidad para perder el tiempo en chismes.
Artur Mas ha reconocido que sabía que la independencia de Cataluña nunca estuvo cerca y que mintió a los catalanes con promesas y plazos de imposible cumplimiento para azuzar a la masa y proteger sus intereses electorales.
Anna Gabriel trabaja para el sindicato suizo Unia, como secretaria regional adjunta en Ginebra. El sindicato está de moda estos días en la Confederación Helvética porque se ha sabido que maneja un patrimonio de cerca de 800 millones de euros▶ más de 400, invertidos en una extensa colección de inmuebles, y más de 300, destinados a diversas inversiones financieras como participaciones, hipotecas o préstamos otorgados.
Puigdemont acusa a España de hacer el ridículo porque no logra extraditarlo, pero en la Cataluña desactivada, deprimida y decadente, tanto él como sus candidatos pierden todas las elecciones a las que se presentan. Las de las instituciones y las de su propio partido.
Anna Gabriel se hace la represaliada,
«Puigdemont se ha convertido en el vagabundo oficial de Europa, viviendo a salto de mata»
la exiliada, pero está en Suiza por motivos turísticos. En tanto que sólo está acusada de desobediencia, podría regresar a España sin ningún riesgo de ser encarcelada, pero aquí no tendría ningún sindicato que le pagara la fiesta, ni otros asuntos más íntimos de los que goza en Ginebra.
Puigdemont se ha convertido en el vagabundo oficial de Europa, viviendo a salto de mata y siempre con el miedo en el cuerpo. Mientras acusa a España de hacer el indio, planea pedir la nacionalidad belga, porque ve imposible su amnistía o indulto. Es cierto que ser ciudadano belga es un poco más serio que ser el caudillo de una república imaginaria, pero sólo un poco. Por ello, que Pedro Sánchez esté pensando –según revelación del expresidente Zapatero– en indultarlo, o algo similar para facilitar su regreso, es una concesión derrotista en una partida que se está ganando, y contra un rival que no sólo no va a agradecer la magnanimidad –como tan frágil pero significativamente ha hecho ERC con su apuesta por el diálogo– sino que la va a utilizar para intentar reescribir la Historia. Alfombrando su retorno, el Estado le regalaría a Puigdemont el relato de que efectivamente la Justicia española es política, que él siempre tuvo razón y que ha vencido en su guerra por la democracia y la libertad.
Estafada por sus líderes y abandonada por unos patriotas que dicen amarla y se han dedicado en los últimos años no más que a arrasarla con sus estupidísimas decisiones, y su legendaria cobardía, Cataluña se hunde en su humillante ignominia.
Si algo tendría que haber aprendido el Estado a estas alturas de la confrontación grotesca y absurda con Cataluña es que, tanto en el folklore, como en la realidad, como en la política, el único daño que llegan a causarse los dos bandos es el que se hacen ellos mismos.