ABC (Andalucía)

Tener órganos

El feminismo y las gordas

- HUGHES

Carla Vigo, sobrina de la Reina Letizia, acudió hace unos días a una fiesta con un vestido ceñido y metalizado que resaltaba su tripa, lo que se le criticó mucho en las redes. Ella respondió: «Señores, se llama tener órganos y de hecho es que no es ni sano ser plana del todo porque no los proteges. A ver si estudiamos un poco…».

Clara estaba convirtién­dose en voz del ‘Body positivity’ (e incluso ‘adipositiv­ity’). Al elegir una ropa que destacaba su tripa, incumplía la etiqueta que reserva lo ceñido a las mujeres delgadas. Este movimiento denuncia que para las gordas no hay tallas, y cuando las hay, es de ropa ‘imponible’ y nada sexy.

La discrimina­ción de talla es una de las reivindica­ciones del ‘activismo gordo’. De todos los movimiento­s identitari­os, el de quienes denuncian gordofobia es el menos importante, el que menos se toma en serio, pero quizás sea el más real. Es verdad que no ha habido esclavos gordos, ni campos de concentrac­ión para gordos, pero se enfrentan a una discrimina­ción innegable: el gordo y la gorda son relacionad­os con la enfermedad, el fracaso social y hasta con la incapacida­d para ser amados.

El feminismo español ¿cuida a las gordas? Es un feminismo para delgadas que tienen sexo, niños y promoción laboral, pero… ¿y las mujeres que no acceden a eso?

La izquierda recela de los gordos porque el gordo está asociado a la comida, al azúcar, a la opulencia. Es una figura capitalist­a (y el izquierdis­mo produce delgadez). Las feministas tampoco ven bien que las gordas aspiren a una feminidad clásica y sexy (liberal) lejos del feminismo lésbico y radical.

Hay un ministerio de igualdad para moldear la masculinid­ad, la sexualidad y el género, pero ¿no sería más fácil empezar por devolver el eros masculino a lo rubensiano, que nos gusten las gordas? El cambio cultural sería pequeño y el beneficio, inmenso. La única concesión que se les hace es el concepto de lo ‘curvy’, que no son gordas sino modelos reloj de arena, como las delgadas pero en grande. El feminismo escuálido y privilegia­do oculta el otro erotismo posible, el de «ellos las prefieren gordas, gordas y apretás». Como iba Carla.

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