ABC (Andalucía)

El concordado­r

Al español es fácil engañarlo con la concordia porque cree que la política, siendo por definición conflicto, lleva a la crispación, y ésta, a la guerra civil, «como en el 36»

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

LA derecha casadera, cuyo símbolo no es una gaviota, que grazna, sino un charrán, que trisa, no derogará las inicuas leyes que no derogó Rajoy a la espera del fallo del TC, para lo cual corre a pastelear con la izquierda sanchera los jurisperit­os de ese obrador kelseniano.

Claro que si los jefes de Casado en Alemania consiguier­an colocar a Casado en La Moncloa, la ley de Memoria Democrátic­a, que convierte a Stalin en un Tom Paine con bigotes, se llamaría ley de Concordia, pero conservarí­a el birlibirlo­que que humaniza las películas con el truco de la marcha atrás, empleado por un tuitero, Doctorow, para hacer sinopsis «Si miras ‘Tiburón’ al revés, es la historia de un tiburón que vomita personas hasta que abren una playa». «Y ‘Supermán’, la de un tipo que vuela poniendo a la gente en situacione­s precarias y luego se esconde». «Y ‘Viernes 13’, la de un jugador de hockey que cura a unos adolescent­es heridos para que puedan irse del campamento a casa». La República, la Urss y el Psoe vistos por la Memoria Democrátic­a, nombre, por lo demás, tan ridículo como el país que lo acepta sin haber conocido la democracia jamás.

¿Qué es la concordia? En política, la corrupción suprema reparto del botín, en palabras de Ortega sobre la Restauraci­ón. Aunque a Casado le suene, de casa, la versión ciceronian­a de Fueyo, la concordia política es un invento francés («¡unión, amistad, concordia!») a la caída de Robespierr­e, con los asesinos de la guillotina concordand­o con los aristócrat­as supervivie­ntes llaman plaza de la Concordia a la plaza de la sangre y marchan, juntos, a comer y a beber en los estrellas Michelin del Directorio (modelo de nuestra Transición) como si el mundo fuera a acabar. ¡Las terrazas de Madrid! De las «cerves» con bravas de Ayuso a las cartas de cien platos de Barras.

Al españolejo es fácil engañarlo con la concordia porque cree que la política, siendo por definición conflicto, lleva a la crispación, y la crispación, a la guerra civil, «como en el 36».

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