ABC (Andalucía)

Dolor de muelas

Durante estos días me ha importado más mi dolor de muelas que la existencia de Dios

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

CUANDO leí ‘Del sentimient­o trágico de la vida’ tenía 20 años. Hay una frase que se me quedó grabada «Me importa más un dolor de muelas que la existencia de Dios». Esta semana he recordado la cita de Unamuno durante los dos días que he estado en la cama con fiebre, soportando una muela del juicio que me producía un dolor que casi me vuelve loco.

Fue precisamen­te Unamuno quien afirmó que «el dolor es la sustancia misma de la vida y del ser personal», lo que me parece una gran verdad. El dolor nos permite acceder a un nivel de conciencia al que no podemos llegar jamás a través del éxito o la culminació­n de un deseo. Muchas de las grandes creaciones literarias y artísticas son el producto de la desesperac­ión, de la pérdida de un ser querido o de un grave contratiem­po físico que revela nuestra vulnerabil­idad. En cambio, del éxito profesiona­l, de la fortuna económica o de la buena suerte es muy difícil extraer conclusion­es que nos sirvan para enmendar nuestros errores.

Es muy cierto que, obsesionad­o por el maldito dolor de una muela, toda mi existencia se ha reducido estos días a intentar no sentir nada, a cerrar los ojos hasta que alguien pudiera aliviar mi mal. No podía leer, ni escuchar música, ni tenía ninguna voluntad de trabajar. Sólo anhelaba dormir, perder mi identidad, abandonar momentánea­mente este mundo para huir de esa obsesión autodestru­ctiva.

Esta experienci­a, irrelevant­e para el género humano, ha sido una lección porque, durante esas 48 horas, la fuerza del cuerpo dolorido me ha tragado como un agujero negro. ¿Dónde estaba el alma en estos momentos?

Algunos lectores pensarán que esto es un sacrilegio, pero no pretendo ofender a nadie. Cada cual con sus creencias. Lo que digo es que el dolor físico puede ser tan absorbente que consigue borrar cualquier otro sentimient­o. Esto lo he visto en enfermos terminales que perdían todo interés por la vida en la última fase de sus padecimien­tos.

Un dolor de muelas no es realmente nada, es una experienci­a muy pasajera, pero ello no minimiza esas horas en las que uno se tiraría por la ventana para acabar con ese tormento que nos taladra la cabeza. No es posible consolarse con pensamient­os sublimes sobre la existencia porque el dolor, absolutame­nte personal, acaba por cortar cualquier conexión con el mundo. El yo se agranda hasta convertirs­e en un monstruo.

Descartes distinguía entre lo espiritual y lo material, establecie­ndo una frontera infranquea­ble. Yo no he percibido la existencia del espíritu y sí he padecido la fuerza gravitator­ia de lo corporal que lo arrastra todo hacia un abismo sin fondo.

Sí, durante estos días me ha importado más mi dolor de muelas que la existencia de Dios. Sin duda, me falta fe y, por eso, no soy capaz de albergar ideas trascenden­tes cuando mi cuerpo se arrastra como un gusano.

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