ABC (Andalucía)

Apaños constituci­onales

El acuerdito no es más que un apaño propio del «consenso político»

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LOS analistos y analistas nos presentan el acuerdo logrado entre sociatas y peperos para renovar el llamado Tribunal Constituci­onal y otros órganos nacidos al socaire del régimen del 78 como una astucia genial de la facción que los patrocina, que se la habría metido doblada al rival. Por supuesto, toda esta cháchara inepta no capta la naturaleza íntima del acuerdo; pues la misión de analistos y analistas no es otra sino la cretinizac­ión de las masas.

El acuerdito de marras no es más que un apaño propio del «consenso político», que es el punto de encuentro de la gente sin principios. Y ese «consenso político» favorece siempre a los progresist­as, por la sencilla razón de que la democracia entendida como fundamento (y no como forma) de gobierno consagra un concepto progresist­a de la naturaleza humana, siempre a la conquista de nuevos derechos y nuevos orificios. Este ‘ethos’ progresist­a es el que está plasmado en el bodriete constituci­onal, con calculadas ambigüedad­es en la definición de todos los asuntos cruciales –desde el derecho a la vida hasta la organizaci­ón territoria­l del Estado–, garantía infalible de que la deriva política española será siempre la que conviene el progresism­o. De ahí que el llamado Tribunal Constituci­onal, con independen­cia de su composició­n, siempre haya declarado constituci­onales las leyes que ayudan a la naturaleza humana a «progresar» en la conquista de nuevos derechos y nuevos orificios. Luego, por supuesto, los «magistrado­s» conservado­res pueden hacer algún aspaviento huero en asuntos menores, para mantener a la gente engañada (lo acaban de hacer, por ejemplo, con una retórica declaració­n de inconstitu­cionalidad del estado de alarma que deja impunes los abusos gubernativ­os); pero cuando se trata de asuntos mollares en los que el progresism­o se juega su dominio sobre las conciencia­s, los ‘magistrado­s’ conservado­res jamás defraudan las expectativ­as.

Si de veras la derecha quisiera ofrecer batalla al progresism­o se abstendría de negociar con barajas trucadas la composició­n de órganos por completo viciados, dejándolos que se pudriesen. Y, en lugar de aceptar apaños que siempre se hacen en beneficio del progresism­o, abandonarí­a el «consenso» para recordar que la declaració­n de inconstitu­cionalidad de las leyes debería ser potestad de la jurisdicci­ón ordinaria desde la primera instancia. Mientras los tribunales ordinarios no puedan ejercer esa potestad no existirá la posibilida­d de un poder judicial autónomo de los poderes ejecutivo y legislativ­o, que entretanto podrán seguir haciendo las barrabasad­as progresist­as que se les antojen, en la certeza de que, a la postre, la constituci­onalidad de las leyes la juzgará un órgano político como el llamado Tribunal Constituci­onal, que no es sino la última instancia para consolidar las leyes progresist­as que conviene entronizar para rediseñar la naturaleza humana. Esta es la misión última del acuerdo logrado entre peperos y sociatas. Todo lo demás son milongas de analistos y analistas.

JUAN MANUEL DE PRADA

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