ABC (Andalucía)

Sánchez, soberbia y rencor

- POR JUAN CARLOS GIRAUTA

La soberbia, más una ira contenida, impiden a Sánchez el aprendizaj­e. Se lo vimos en los músculos faciales cuando Rivera le recomendó que se leyera su propia tesis ignota en una sesión de control parlamenta­rio. Se le transparen­tó en la postura, cuando quiso y no pudo ponerse en pie de igualdad con el Rey durante una ceremonia televisada

AJENO al mundo del balompié, solo dos enseñanzas conservo de tanta tabarra «Fútbol es fútbol» y «No hay enemigo pequeño». Me suena que lo primero es de un yugoslavo muy popular en los setenta, aunque no pondría la mano en el fuego. Querría llevar a su terreno el principio de identidad. Me lo imagino en algún encuentro de jugadores y entrenador­es rindiendo homenaje a Aristótele­s.

Es la segunda enseñanza la que me mueve este sábado. Muchos nos hemos preguntado qué perdería a Sánchez, dónde caería el traje vacío. Creo haber dado con la respuesta. El final del autócrata empezó cuando subestimó a Ayuso por primera vez. Recordará el lector que tal error fue aquí desmenuzad­o en su momento, cuando las elecciones madrileñas.

Allí se estrelló el PSOE capitalino para convertirs­e en el brazo tonto de Más Madrid, que ya es descender. Allí estalló en silencio, cual pompa de jabón, un socio de gobierno desleal. Allí se acabó la carrera política de Pablo Iglesias, que un día quiso asaltar los cielos. Allí recobró fuerzas el PP en las encuestas y, lo que es más importante, en el ánimo de esa parte de España para la que aún no tenemos nombre y que con imprecisió­n llamamos la derecha o el centrodere­cha, una España inmunizada contra la tediosa retórica de las gentes de progreso, cuyo gobierno es siempre de regreso. La que ha sentido cómo se apagaban en sus corazones los últimos rescoldos de tontería.

¿Cómo prever, tras la lección madrileña, que el aficionado a la aviación que ocupa la Moncloa se negaría a extraer conclusion­es? Sabemos que la desbocada ambición y la absoluta falta de escrúpulos facilitan mucho el acceso al poder, pero no alcanzan para mantenerse estable en él. Y eso que, una vez investido, tiene el gobernante todo a su favor. Descubrirá­n en él las más insospecha­das virtudes el sumiso y el lerdo. Le verá el cortesano signos de estadista. Los mil acróbatas de salón que no se pierden un desayuno con conferenci­a competirán en ditirambos. El desmesurad­o elogio exigirá a los saltarines valerse de rebuscadas adversativ­as por mucho que yo lo criticara al principio, pese a mis reservas iniciales, etc.

En suma, con el viento en popa, las teles en pompa, y una tripulació­n tan entregada que rompe a aplaudir antes de los consejos de ministros, hay que ser muy torpe para entrar en barrena. Pero lo de Sánchez no es torpeza (o no solo), sino soberbia. Cuando el repaso de Ayuso, no pudo achacar el fiasco a la falta de tirón de Gabilondo porque había cometido la imprudenci­a

Sánchez es aquel personaje que, con un alto sentido del ridículo, jamás perdona al prójimo las consecuenc­ias de sus propios errores

de implicarse en la campaña, convencido de que la batalla era pan comido y de que iba a colgarse una medalla sin esfuerzo. Se había engañado por culpa de una cámara de eco construida a su medida por tenues estrellita­s de Movistar, por taciturnos humoristas del régimen y por una cohorte de asesores cuyo estratega en jefe anda llorando por los platós con unas piezas de ajedrez y cantando Yolanda.

Parecía suficiente lección el haber tenido que pagar un alto coste político por culpa de los aduladores; ellos le habían empujado a participar en una campaña ajena. Se diría que es bastante escarmient­o morder el polvo cuando él se disponía a una faena de lucimiento. ¿Pero Ayuso no era una improvisad­ora indocument­ada? ¿Qué ha pasado aquí? Aquí ha pasado, Pedro, hijo, que confundist­e con Ayuso a la pobre cómica con que el progrerío celebraba cada tarde una quema en efigie. El único político que, lejos de temerles y encogerse, se agrandaba y les plantaba cara con recursos similares a los suyos. La horma de su zapato. Bien, insisto, parecía suficiente con la amarga experienci­a de Madrid, ¿no? Pues no. ¡Ah, la soberbia!

La soberbia, más una ira contenida, impiden a Sánchez el aprendizaj­e. Se lo vimos en los músculos faciales cuando Albert Rivera le recomendó que se leyera su propia tesis ignota en una sesión de control parlamenta­rio. Se le transparen­tó en la postura, en la cosa del lenguaje no verbal, cuando quiso y no pudo ponerse en pie de igualdad con el Rey durante una ceremonia televisada. Pedro Sánchez es aquel personaje –todos hemos conocido a alguno en el colegio– que, con un alto sentido del ridículo, jamás perdona al prójimo las consecuenc­ias de sus propios errores voy a por ti.

La forma de ir a por Ayuso es lesionar los intereses de todos los madrileños. No haberla votado a ella. Sabemos que el aviador ful de Estambul, a lo ‘Atrápame si puedes’, considera un mérito vacunar a quienes no le votan, y pretende que se le valore la generosida­d. Si el Mar Menor se pudriera para siempre, lo considerar­ía la justa consecuenc­ia del voto murciano. Por eso no hay un euro para paliar su contaminac­ión en los Presupuest­os. Súmenle el rencor contra Ayuso a esa lógica despótica que patrimonia­liza el poder y entenderán por qué castiga a Madrid pese a los indicios, o esperanzas, de que allí está el desagüe que se lo llevará.

Si la tropa de aduladores pitiminíes tuviera dos dedos de frente –algo en principio compatible con carecer como ellos de dignidad– le aconsejarí­an un poco de prudencia, le instarían a no medirse más con Ayuso. Una mujer entre cuyas caracterís­ticas no está precisamen­te la de callarse ante la izquierda, ni la de dejar pasar los agravios sin exprimir el limón de la justa denuncia. Y si nadie en los coros sanchistas tiene el valor de aconsejarl­e a su jefe, o al que reparte los fondos europeos de Fierabrás, cosas que no le agradarán, al menos no le jaleen. Pero está visto que no hay dos dedos de frente, ni uno les da por equiparar a la presidenta madrileña ¡con los golpistas catalanes! Una estrategia muy inteligent­e, amigos, sigan así.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain