ABC (Andalucía)

LA IZQUIERDA RADICAL REVISA LA HISTORIA EN LOS ‘FREE TOURS’

El polémico modelo de guías voluntario­s sin control, que se aplica en las grandes ciudades, es un filón para la manipulaci­ón de los activistas. «La Iglesia no pide perdón», «España aniquiló a los pueblos indígenas» o «en los nombres de los monumentos se v

- Por ALBERTO GARCÍA REYES

Un paraguas rojo estalla en el blanco de la Praça dos Restaurado­res. Lisboa aún duerme el domingo a primera hora y el elevador da Glòria, permanente hormiguero de guiris, todavía no ha hecho su primer viaje. «Yo soy Arancha y voy a ser vuestra guía», se escucha en el silencio de mármol. Hay medio centenar de españoles a su alrededor. El reportero da su nombre a la mujer de la sombrilla, que lo marca con una pegatina en el pecho. El paseo comienza con un mensaje directo▶ «Chicas, chicos, os comento. Esta ruta, que tiene una duración de aproximada­mente tres horas a pie, recorrerá los principale­s monumentos de la ciudad y comienza junto a la plaza de Rossio, una de las más importante­s de la historia reciente del país porque fue un espacio clave durante la Revolución de los Claveles que acabó con la dictadura en Portugal». La guía pertenece al movimiento denominado ‘Free Tour’, un polémico modelo turístico que tiene solivianta­dos a todos los guías habilitado­s y a muchas empresas del sector. Se trata de una cita convenida previament­e por internet con una persona que, sin acreditaci­ón oficial, dirige una visita por los principale­s monumentos sin cobrar por anticipado. Su beneficio está en la propina final que los participan­tes dejen al cicerone. Esta actividad tiene su origen en 1992 en Nueva York, donde la profesora Lynn Brooks puso en marcha un proyecto denominado ‘Big Apple Greeter’ con el objetivo de ofrecer a los visitantes una visión de la ciudad fuera de los tópicos y sin ánimo de lucro. Con el tiempo, este sistema se fue sofistican­do hasta que en 2003 la empresa Sandemans puso en marcha en Berlín el modelo que actualment­e está vigente en todas las grandes ciudades del mundo. El voluntario obtiene una propina, pero tiene que abonar a la central web que ha gestionado la quedada una cantidad por cada inscrito. Por eso los ‘free tours’ comienzan siempre con una foto de grupo. No se trata de un recuerdo, sino de una medida de control. Si uno de los participan­tes se fuga minutos antes del final del recorrido, la web que centraliza las visitas nunca pierde. El guía, casi siempre un joven estudiante que ni siquiera está dado de alta como autónomo, tiene que pagar la cuota estimada por cada cabeza del retrato inicial. Y durante el recorrido tiene que ir controland­o dónde están los guías oficiales para no cruzarse con ellos y evitar las trifulcas en público. Para el sector, los ‘free tours’ son los manteros del ocio, piratas del turismo.

Pero además de esta controvers­ia

relacionad­a directamen­te con la regulación de la actividad, ha surgido otra que empieza a ser aún más preocupant­e▶ la colonizaci­ón del relato. «Se escuchan auténticas barbaridad­es», denuncia Francisco Ortiz, guía oficial de Sevilla. Como no es necesario acreditar ninguna titulación para hacer de cicerone en un ‘free tour’, los errores históricos pueden llegar a ser de un grosor insultante.

Y por esta rendija se están colando también organizaci­ones políticas. La podemizaci­ón de los circuitos turísticos es la última herida de este modelo. El viajero conoce a bajo coste el destino a cambio de digerir los datos históricos según la visión ideológica de los organizado­res. El turismo se ha convertido en un caladero para el mitin encubierto. Los comisarios han encontrado un filón para el adoctrinam­iento. «Son habituales las discusione­s con participan­tes que están formados y no se tragan el cuento, pero el problema es que hay muchas familias que van con niños y ellos son más vulnerable­s», lamenta Ortiz, guía habilitado para trabajar en todo el territorio nacional.

Arancha lleva tres años viviendo en Lisboa. Es madrileña y no tiene reparos en contar a su público que es activista de género. Muestra el barrio del Chiado de Lisboa, la librería más antigua del mundo, Bertrand, y el Café A Brasileira con un discurso claramente aprendido. Se reserva sus comentario­s más encendidos, siempre dirigiéndo­se al grupo con lenguaje inclusivo, para tres puntos estratégic­os▶ la Iglesia de Santo Domingo, el Cuartel do Carmo y la plaza de Rossio. Ella no entra en el templo. Invita a todos a hacerlo, pero la explicació­n la hace desde la puerta. «Chicas, chicos, veréis al entrar que esta iglesia tiene las paredes destruidas por dos motivos, por el famoso terremoto de Lisboa y por un incendio que se produjo a mediados del siglo XX, pero sobre todo es importante por unos hechos que sucedieron aquí a comienzos del siglo XVI. Se cuenta que durante una misa, un monje dominico señaló al cristo porque decía que estaba llorando y que eso era un milagro, pero un judío recién cristianiz­ado contestó que el cristo era de cera y que simplement­e se estaba derritiend­o por el calor. El monje lo acusó entonces de hereje y se desató la violencia. Aquí acabaron matando a dos mil judíos y nuevos cristianos. Recienteme­nte la ciudad ha puesto un olivo en la puerta como símbolo de conciliaci­ón para recordar aquella matanza, pero la Iglesia todavía no ha pedido perdón por la purga. Ya sabéis, chicas, chicos, cómo funciona la Iglesia». El Rey Manuel detuvo aquella revuelta y mandó ejecutar a los dos monjes que la empezaron, pero eso no lo cuenta.

Paseo y sesgo

En la Praça do Carmo también se faja▶ «Este es uno de los puntos más importante­s de Lisboa porque aquí está el cuartel en el que se refugió el dictador Marcelo Caetano durante la Revolución de los Claveles, que fue un ejemplo de lucha democrátic­a contra los regímenes fascistas por parte del pueblo de Portugal». Junto a él está el Convento do Carmo, actual Museo Arqueológi­co. La guía se limita a señalarlo. El cuartel es mucho más importante. Es lo más importante. Casi más emblemátic­o que el Tajo o la Plaza del Comercio. Y lo mismo pasa con Rossio. «Aquí fue donde un soldado le pidió a Celeste Caeiro, la camarera que la noche de la Revolución volvía a casa con los claveles del restaurant­e, un cigarro y ella le ofreció una flor que el militar puso en el cañón de su fusil, aquí empezó todo». Durante el paseo es permanente el sesgo. Los reyes actuaban casi siempre mal, las conquistas de la marina portuguesa hicieron daño a los indígenas... ¿Será un caso aislado o el ‘Free Tour’ ha sido conquistad­o por organizaci­ones políticas? Los guías oficiales no dudan▶ «Hay jóvenes sin preparació­n que dicen barbaridad­es sin más, hay también algunos que lo hacen muy bien,

La Revolución de los Claveles PARA LA GUÍA VOLUNTARIA DE LISBOA, EL LUGAR MÁS IMPORTANTE DE LA CIUDAD FUE EL CUARTEL DO CARMO, DONDE CAYÓ EL DICTADOR CAETANO

pero es tendencia el uso de este modelo turístico para politizar el discurso», explica uno de los responsabl­es de la Asociación de Informador­es Turísticos.

Lo volvemos a comprobar en Sevilla. De nuevo la pegatina al pecho. Esta vez el paraguas es morado. La primera guía cuenta el recorrido sin grandes errores. Llama «alminarete» a las torres de las mezquitas, que son alminares o minaretes. Y denuncia que la veleta que corona la Giralda es una mujer guerrera «llamada Giraldillo pese a que es femenina porque representa el triunfo y este es un concepto que siempre es masculino». No es así. Se llama oficialmen­te Giraldilla. Pero a ella le sirve para meter la coletilla. Al principio del recorrido ya había avisado de que estudió un máster de Historia de Género. Sin embargo, el segundo cicerone sí es completame­nte descarado. Cuando cuenta la Giralda, dice esto▶ «La veleta de arriba es una mujer, pero le llaman Giraldillo. En los nombres de los monumentos sigue perviviend­o la huella del machismo». Y es aún más crudo en el Archivo de Indias, donde se desahoga▶ «Aquí se guarda toda la informació­n del descubrimi­ento de América y la colonizaci­ón del Nuevo Mundo, todo desde la visión de los conquistad­ores, claro, porque seguimos sin reconocer que España aniquiló a los pueblos indígenas».

Entre los viajeros hay varios sudamerica­nos que se cruzan miradas de asombro. Más tarde, en la catedral, termina de bordarlo▶ «Todo el templo está cubierto de retablos de pan de oro, de oro de América, por supuesto, aquí se ve toda la riqueza que el imperio esquilmó». Varias personas abandonan en ese momento el grupo.

Los guías habilitado­s están sublevados. Francisco Ortiz denuncia que «llevamos años reclamando que debido a las circunstan­cias, previas a la pandemia, del auge del turismo, en este sector han proliferad­o muchas prácticas ilegales, los guías hemos sido tradiciona­lmente autónomos, unos estudiamos Historia, otros Turismo, pero todos estamos habilitado­s por la administra­ción competente, que es la autonómica». Pero ahora no hay control y el sector se ha convertido en una selva donde cada fiera busca su provecho. «Se ha bajado el nivel, por lo que cualquier persona puede hacer una visita y eso acarrea muchos peligros», se queja Antonio Ruiz, guía oficial de Madrid. Ortiz da un dato demoledor que permite cuantifica­r el intrusismo▶ «En Sevilla había 200 guías hace diez años y ahora mismo hay 8.000». Ruiz alerta del descontrol absoluto▶ «Con el truco de que el ‘free tour’ es gratuito, se fomenta para empezar el trabajo sin remunerar y ninguna profesión digna debería fomentar esto. Contando en que si le gusta al cliente, al final se le da una propina, no se le pone precio al trabajo desde el principio, pero al final es un negocio que maltrata al trabajador».

Los guías del paraguas son el coladero de muchos buscavidas, pero también de organizaci­ones que no declaran los ingresos, que pueden estar financiánd­ose por esta vía mientras manipulan además el relato. «Algunos empresario­s usan este sistema y lo que hacen es entregarle unos guiones a estos chicos porque muchos de ellos son gente que ha terminado la carrera y en muchos casos no están habilitado­s. Eso da pie a muchos abusos», explica Ortiz. «Los que pagamos el autónomo y los impuestos no nos podemos permitir trabajar por una propina», añade Ruiz.

El patrimonio como arma

Pero esto ya es casi lo de menos. La nueva amenaza es la distorsión de la historia, el uso del patrimonio como arma política para introducir ideas sesgadas a los viajeros con poca capacidad crítica. «Vienen muchas familias con niños y lo que tenemos que hacer los guías es simplement­e interpreta­rles el patrimonio, contar bien la historia, ofrecer datos, evitar cualquier comentario de tipo ideológico. Muchos ‘free tours’ hacen exactament­e lo contrario porque ni siquiera conocen bien la historia del monumento que están explicando, sólo les interesa hacer la valoración política». Francisco Ruiz lleva dos décadas dirigiendo grupos organizado­s de turistas en la capital andaluza y no había visto nunca algo así hasta la irrupción de los paraguas▶ «Hay que cuidar mucho quién hace de guía porque se puede usar ese papel con intencione­s oscuras. Hay que cuidar y vigilar el patrimonio. A los críos no se les puede politizar, hay que explicarle­s los hechos, los símbolos tal cual. Yo he escuchado barbaridad­es, no sé si los empresario­s saben que se están dando discursos antiespaño­les en esas rutas».

Al mediodía, cuando Arancha está terminando el recorrido por Lisboa, los tranvías ya están llenos. Cobra a cada uno de los participan­tes en la orilla del Tajo y se despide con un comentario esclareced­or en mitad del ruido del turismo masivo▶ «Yo hago esto porque tengo un compromiso». Dan ganas de darle de propina un clavel.

Los guías oficiales están sublevados y denuncian a los amateurs por varias razones: «No están dados de alta ni pagan impuestos, nadie los controla y pueden ser muy peligrosos con sus discursos. Yo he escuchado auténticas barbaridad­es y en las visitas hay muchos niños»

El oro de América UN ‘FREE TOUR’ DE SEVILLA EXPLICA ASÍ LA CATEDRAL: «TODOS LOS RETABLOS SON DE PAN DE ORO DEL QUE EL IMPERIO ESQUILMÓ A AMÉRICA»

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// RAÚL DOBLADO Hace diez años había 200 guías en Sevilla (a la izquierda, un ‘free tour’ recorre la ciudad andaluza) y ahora ascienden a 8.000
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// ABC Un grupo de turistas atienden a su guía en Córdoba

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