El revisionismo amenaza los pilares de la nación
Tras cebarse con los colonizadores españoles y los líderes de la Confederación, las corrientes que juzgan el pasado con los ojos del presente ponen su punto de mira ahora en los ‘padres fundadores’
Los valores de libertad y democracia que Jefferson y Washington defendieron forman parte de la esencia misma de la nación
En la Virginia del siglo XVIII, la esclavitud era una parte fundamental de su economía y su forma de vida
La ola revisionista no ha tardado en alcanzar a los ‘padres fundadores’ de Estados Unidos. El ansia por ajustar cuentas con la historia desde el presente, que se había cebado con los colonizadores españoles y los líderes de la Confederación sudista que perdió la guerra civil, salpica ya a las hasta ahora venerables figuras que rompieron con la tiranía de la metrópoli británica y pusieron los cimientos de una nueva república en América del Norte bajo el principio de que «los hombres son creados iguales» y «dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables» como «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».
Thomas Jefferson es uno de los ‘dioses’ de la mitología en que los estadounidenses han forjado la conciencia de su propia razón de ser y su lugar en el mundo. Él fue el encargado de redactar la Declaración de Independencia que votaron en 1776 los delegados de las trece colonias británicas reunidos en Filadelfia y de la que surgirían los Estados Unidos de América. Además, ocupó los cargos de gobernador de su Virginia natal, embajador en Francia y presidente de la joven nación (1801-1809), el tercero.
EE.UU., un país creado prácticamente ‘ex novo’ y sin la tradición de las viejas naciones europeas, hunde sus raíces en esos valores de libertad y democracia con los que vino al mundo y que se plasmaron en la Constitución de 1787, aún en vigor. Esa fe en sí misma hizo triunfar en el siglo XIX la doctrina del ‘destino manifiesto’ que impulsó su expansión hasta el Pacífico y, con el tiempo, a convertirse en líder de Occidente y gendarme global. Pero para las corrientes ahora en boga Jefferson no supera el examen moral. Lo que empezó como un movimiento de apoyo a las minorías ha derivado en un rechazo absoluto a cualquier rastro de abuso, aunque se produjera siglos atrás. La muerte de George Floyd en 2019 mientras era arrestado en Mineápolis no hizo sino exacerbar esa tendencia. Pese a que los valores universales de libertad y democracia que defendió y que plasmó en la Declaración sigan hoy vigentes, el tamiz de los tiempos actuales amenaza con arrubar en un rincón el legado de Jefferon, como va a suceder con la estatua en el Ayuntamiento de Nueva York.
Ideas revolucionarias
Esas ideas resultaban en la época absolutamente revolucionarias, en sentido literal, pero Jefferson no dejaba de ser un hombre de su tiempo y lugar. Como George Washington, se trataba de un acomodado caballero virginiano y la esclavitud formaba parte esencial de la economía y la sociedad sureñas del siglo XVIII. En la época en que Jefferson fue presidente de EE.UU. faltaba aún más de medio siglo para que el trabajo forzado quedara abolido en el país. El propio Washington también poseyó esclavos.
Buena parte de la historia de EE.UU. ha estado marcada, de hecho, por la tensión entre el Norte y el Sur, que estalló en la guerra civil precisamente por la cuestión de la esclavitud. Sin ir más lejos, el lugar escogido para fundar la capital del país, situada a caballo entre los estados de Maryland y Virginia, respondió a una fórmula de compromiso entre una parte y otra del país.
En la nueva ciudad –bautizada con el nombre del esclavista Washington– se levantó el National Mall y los monumentos en memoria de los grandes personajes que encarnan la esencia del país, como fuente de inspiración y escaparate ante el mundo. Allí se recuerda a Abraham Lincoln y al propio Jefferson con gigantescas esculturas y a Washington con un obelisco de 169 metros de alto. ¿Acabará con ellos la revisión del pasado? La historia lo dirá.