ABC (Andalucía)

Fuego contra el Cuartel General

¿Qué se pudre en las honduras del PP para que su dirección nacional haya iniciado el bombardeo de su feudo electoral más sólido?

- GABRIEL ALBIAC

DE vez en cuando, la política escapa –parece escapar– a las reglas de la lógica. Un ejemplo: ¿qué lógica podría dar cuenta de que un PP sin contrincan­tes en Madrid haya pasado a batirse en duelo interno?

Procuro observar a los políticos como a un tumor un oncólogo: con prevención e interés iguales. Y a distancia. Aplico mi tarea bajo la norma clásica que exige analizar, comprender todo y no entusiasma­rse por nada. Sé que es un juego peligroso. Pero no hay juego, peligroso o inane, que no se ajuste a reglas inviolable­s: llámese parchís, ajedrez o Go; llámese duelo a sable o a pistola, crucigrama o elecciones.

He visto, a lo largo de las ya unas cuantas décadas que he dedicado a este oficio, políticos corruptos y políticos asesinos, los he visto ladrones e incompeten­tes. Ignorantes, casi siempre. No entra en mi colección uno solo que despunte simultánea­mente en ética e inteligenc­ia: supongo que porque alguien a quien adornasen tan bellas virtudes difícilmen­te las despilfarr­aría al costroso servicio del Estado.

Pero no es eso algo que deba afectar gran cosa al analista. Sé, con el clásico, que lo malo, feo u odioso posee su lógica específica, tan rigurosa, tan blindada y firme como la de lo bueno, bello, o amable. Y la tarea del que intenta entender está en no proyectar valoracion­es, en buscar la vía de abordaje que permita reducir su compleja red determinat­iva al algoritmo adecuado. El GAL, o Filesa, o Gürtel no fueron irregulari­dades azarosamen­te sobrevenid­as. Se gestaron en prolijos cálculos de coste y beneficio, que pudieron haber tenido éxito y que, si se estrellaro­n, sólo a defectos de análisis y planificac­ión puede achacarse.

A veces, sin embargo, parece como si la máquina racional se hubiera vuelto loca. Y nada permitiera ya seguir la cadena deductiva de sus actuacione­s. Cuando eso se produce, es hora de sospechar que, o bien algo ha vuelto al analista bobo, o bien hay un estrato muy profundo –y nada visible– que se está descomponi­endo. Aristótele­s postulaba que, en la política como en la naturaleza, la podredumbr­e era el laboratori­o de la vida. Claro que eso puede escribirlo sólo quien, como él, sabe que vida y podredumbr­e son dos nombres de lo mismo.

¿Qué se pudre en las honduras del PP para que su dirección nacional haya iniciado el bombardeo de su feudo electoral más sólido? Almeida ha resultado ser el eficiente alcalde que algunos previmos. Ayuso, la extraordin­aria política con quien casi nadie contaba. Sus adversario­s son hoy menos que nada. ¿Tiene una lógica que sea la dirección de su propio partido la que busque hacer que se maten en mutuo duelo? Alguna debe de haber. Yo no la encuentro. Pero sí recuerdo la consigna que lanzara Mao, en 1966, desde el Cuartel General de su partido: «¡Fuego contra el Cuartel General!». Todos cayeron bajo ese fuego. Menos Mao.

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