Fuego contra el Cuartel General
¿Qué se pudre en las honduras del PP para que su dirección nacional haya iniciado el bombardeo de su feudo electoral más sólido?
DE vez en cuando, la política escapa –parece escapar– a las reglas de la lógica. Un ejemplo: ¿qué lógica podría dar cuenta de que un PP sin contrincantes en Madrid haya pasado a batirse en duelo interno?
Procuro observar a los políticos como a un tumor un oncólogo: con prevención e interés iguales. Y a distancia. Aplico mi tarea bajo la norma clásica que exige analizar, comprender todo y no entusiasmarse por nada. Sé que es un juego peligroso. Pero no hay juego, peligroso o inane, que no se ajuste a reglas inviolables: llámese parchís, ajedrez o Go; llámese duelo a sable o a pistola, crucigrama o elecciones.
He visto, a lo largo de las ya unas cuantas décadas que he dedicado a este oficio, políticos corruptos y políticos asesinos, los he visto ladrones e incompetentes. Ignorantes, casi siempre. No entra en mi colección uno solo que despunte simultáneamente en ética e inteligencia: supongo que porque alguien a quien adornasen tan bellas virtudes difícilmente las despilfarraría al costroso servicio del Estado.
Pero no es eso algo que deba afectar gran cosa al analista. Sé, con el clásico, que lo malo, feo u odioso posee su lógica específica, tan rigurosa, tan blindada y firme como la de lo bueno, bello, o amable. Y la tarea del que intenta entender está en no proyectar valoraciones, en buscar la vía de abordaje que permita reducir su compleja red determinativa al algoritmo adecuado. El GAL, o Filesa, o Gürtel no fueron irregularidades azarosamente sobrevenidas. Se gestaron en prolijos cálculos de coste y beneficio, que pudieron haber tenido éxito y que, si se estrellaron, sólo a defectos de análisis y planificación puede achacarse.
A veces, sin embargo, parece como si la máquina racional se hubiera vuelto loca. Y nada permitiera ya seguir la cadena deductiva de sus actuaciones. Cuando eso se produce, es hora de sospechar que, o bien algo ha vuelto al analista bobo, o bien hay un estrato muy profundo –y nada visible– que se está descomponiendo. Aristóteles postulaba que, en la política como en la naturaleza, la podredumbre era el laboratorio de la vida. Claro que eso puede escribirlo sólo quien, como él, sabe que vida y podredumbre son dos nombres de lo mismo.
¿Qué se pudre en las honduras del PP para que su dirección nacional haya iniciado el bombardeo de su feudo electoral más sólido? Almeida ha resultado ser el eficiente alcalde que algunos previmos. Ayuso, la extraordinaria política con quien casi nadie contaba. Sus adversarios son hoy menos que nada. ¿Tiene una lógica que sea la dirección de su propio partido la que busque hacer que se maten en mutuo duelo? Alguna debe de haber. Yo no la encuentro. Pero sí recuerdo la consigna que lanzara Mao, en 1966, desde el Cuartel General de su partido: «¡Fuego contra el Cuartel General!». Todos cayeron bajo ese fuego. Menos Mao.