El precio de la libertad, según un ‘brexitero’
¿Qué importa no cenar pavo en Navidad o no tener gasolina para repostar si logras la independencia?
ACERCAOS a la chimenea, niños, y os contaré la historia de cuando vivíamos bajo el yugo de la Unión Europea. Por aquel entonces, los universitarios nos íbamos con la beca Erasmus a España, Italia o algún otro país, a pasar un año de carrera mezclando estudios con playa, buena comida y fiestas nocturnas. Pero no era más que un engaño. Desde Bruselas, los chupatintas extendían los tentáculos de la burocracia, intentando enredarnos con el resto del continente, buscando borrar nuestro carácter nacional e impedir que fuéramos lo que hemos sido siempre: ¡británicos!
—¿Teníais mucho papeleo, entonces? —Nosotros no, viajábamos a otros países sin preocuparnos por pasaportes ni visados. El carné de conducir, los expedientes universitarios y todas esas cosas se reconocían fuera, pero el Gobierno nos contaba lo complicada e ineficiente que resultaba la administración europea. Los alemanes habían tomado el control de la Unión, imponiendo su modo de hacer las cosas. El Reino Unido tenía que pedir constantemente que se introdujeran excepciones en los acuerdos para proteger nuestros intereses. Entre eso y que aprovechábamos nuestra influencia en Europa para negociar con Estados Unidos, acabábamos agotados. Al final, se terminó nuestra paciencia y decidimos defender nuestros propios intereses por nuestra cuenta. Les dimos una buena lección sobre perseverancia y libertad a los agoreros que metían miedo diciendo que perderíamos influencia, que tendríamos problemas de suministro y que muchos sectores de nuestra economía dependían de la inmigración que cruzaba el Canal de la Mancha.
—Pero hubo problemas ¿no?
—Sí, pero por la pandemia del Covid. Las dificultades fueron mayores aquí que en el resto de Europa, claro, pero ya asumíamos que la independencia traería inconvenientes. No poder echar gasolina al coche, que la fruta se quede en el campo sin recoger, o no cenar pavo en Navidad, ¿qué importa eso a la larga? Estábamos dispuestos a pagar ese precio por la libertad. Además, recobramos el control de nuestras fronteras.
—A mí me han dicho que aumentaron las llegadas de ilegales en lanchas.
—¡Esos malditos franceses nos pedían cada vez más dinero por patrullar el canal, pero dejaban pasar a todo el mundo! Lo que tenéis que entender para explicar la relación con Francia, España o Irlanda del Norte es que la Unión Europea fue a por nosotros como un bloque, y no como un conjunto de países en el que cada uno se preocupa por sus propios intereses, como hicimos nosotros. Con esa mentalidad no van a llegar a ninguna parte.
—Pues a mí me parece...
—¿Quieres dejar de interrumpir, Boris? ¡Y cierra bien la puerta y acércate al fuego, que se escapa el calor de la habitación y no somos millonarios!