¿Hacemos el canelo?
TOMO prestada una frase de Josu Jon Imaz para encabezar este comentario, porque me parece muy acertada. Me refiero a nuestra actitud frente a los problemas que plantea el cambio climático, puestos de manifiesto esta misma semana en la Cumbre del Clima. No pertenezco a ninguno de los grupos que, desde San Juan en Patmos hasta Greta Thunberg, pronostican el inmediato Apocalipsis y la total devastación, por culpa de nuestros pecados. Esta vez, los ecológicos. Siempre he creído en la capacidad del ‘homo sapiens’ para arreglar los problemas, incluso los provocados por nuestro incipiente grado de evolución. Lo cual no obsta para estar convencido de que debemos enderezar urgentemente el camino que llevamos.
La lucha contra el cambio climático es una prioridad, pero hay que analizar el problema en toda su extensión. Nos cansamos de pensar demasiado pronto. El problema radica en que la tierra esta dividida por fronteras que encierran territorios, dirigidos por gobernantes, que priorizan sus intereses. Pero el aire se mueve con libertad sin respetar esos límites, ni considerar esos intereses.
Una vez superada la fracasada fase de concienciación, el sistema elegido para forzar el cambio en los modos de producir es el de penalizar. No es el ideal pero es eficiente. Recuerde cómo ha cambiado su modo de conducir desde la generalización de las multas por exceso de velocidad. Es decir limitamos las emisiones perjudiciales para la atmósfera y las gravamos con un precio que hace tiempo dejó de ser testimonial.
El mecanismo es inteligente, pero no produce los efectos deseados, como lo demuestra el hecho de que las emisiones globales aumentan incluso en tiempos de pandemia. ¿Cómo es posible? Pues porque no todos los países están igual de concienciados, ni se sienten igual de concernidos. Rusia, la India y Brasil no acudieron a la cumbre, lo cual es muy sintomático y son más los países que están dispuestos a apretar sus emisiones… pero solo cuando alcancen nuestro nivel de consumo.
Como hay que seguir en la lucha, pero hay que evitar que las exportaciones de países que producen sin que las emisiones penalicen sus costes, solo queda insistir en la idea de establecer un arancel que grave la llegada de productos fabricados sin esos costes, de manera que igualemos su posición competitiva con los nuestros, que sí están penalizados. Ideas nuevas para nuevos desafíos.