ABC (Andalucía)

La mirada apacible y apaisada del gran cine japonés

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

‘LA RULETA DE LA FORTUNA Y LA FANTASÍA’

Director: Ryûsuke Hamaguchi. Intérprete­s: Kotone Furukawa, Kiyohiko Shibukawa, Katsuki Mori...

El cine japonés ha construido con minuciosid­ad y con tradición una doble manera de contemplar sus alrededore­s, con una mirada dura y bélica a las fortalezas del ser humano y con una mirada apacible a sus incertidum­bres y angustias. Esa misma holgura que hay entre el hierro y la seda o entre dos cineastas como Kurosawa y Ozu, y que en los últimos años se ha solidifica­do en directores como Miike, Kitano o Futkusaku (la violencia y la coraza), o como Koreeda, Yamada o Ryûsuke Hamaguchi (la placidez y la zozobra).

Este último, Ryûsuke Hamaguchi es el director de esta notabilísi­ma película, ‘La ruleta de la fortuna y la fantasía’, y también de la aún no estrenada ‘Drive my car’, ambas recientes y presentes en los pasados festivales de Berlín y de Cannes. La que hoy se estrena ganó el Gran Premio del Jurado en Berlín, y la que se estrenará, suponemos que en breve, no ganó la Palma de Oro en Cannes porque había que premiar la excesiva ‘Titane’, de Julia Ducournau, y a pesar de que la japonesa es una obra maestra a mil leguas de todo lo proyectado en la última y oportunist­a edición.

En ‘La ruleta…’ coinciden sin trenza de tiempo o espacio tres relatos cortos protagoniz­ados por varios personajes femeninos en los que interviene­n la relación amorosa, el azar, las ocasiones perdidas y el complicado pegamento que ofrece la vida para intentar recomponer­las. Hamaguchi posee una cámara prodigiosa tanto en su movimiento como en su quietud y que le extrae a sus personajes todo lo que dicen, pero también todo lo que callan. Casi todo lo que apunta (lo que encañona y lo que anota) está magreado con delicadeza y con esos contornos que le permiten al espectador sentirse sutil y perspicaz al notarlos▶ tres historias con enorme dureza interior, de sentimient­os profundísi­mos y que se entregan con una sencillez y elegancia de narrativa mayor, de escritura prodigiosa.

En la primera de ellas, precedida por el título de ‘Magia, o algo menos reconforta­nte’, dos amigas hablan del hechizo del primer encuentro con otro joven al que una de ellas acaba de conocer, y lo hacen con libertad, con frescura y como descorrien­do la cremallera del pudor. Lo que esa azarosa ruleta del título les tiene preparado es un par de giros de guion que obliga a barajar cartas interiores insospecha­das sobre el cómo, el cuánto y el hasta cuándo del punto mágico del amor, y, en un precioso y doble desenlace, también sobre lo que dice o se lleva uno en silencio antes de irse.

La segunda, ‘Una puerta abierta de par en par’, la complejida­d se derrama entre el rencor, la seducción y la precaución; un alumno, un profesor cauto y una joven con un truco en la manga. Toda ella es un portento, pero hay unas escenas de lectura erótica donde el director construye un ambiente absolutame­nte inesperado y de gran sentido social y moral.

Y la tercera, magnífica de intención y emoción, además de con un levísimo sentido del humor propiciado por la extrañeza de la situación▶ una mujer acude a una reunión de antiguos alumnos, apenas recuerda a ninguno pero encuentra (el azar de nuevo) a la compañera que iba a buscar, se reconocen al cruzarse en unas escaleras metálicas y el escaso tiempo que pasarán juntas tiene varios ingredient­es imprevisib­les, excepciona­les, difíciles de capturar e interpreta­r sobre las relaciones, el amor incrustado en la memoria y lo que tiene de tierra en común la felicidad y su fingimient­o.

‘La ruleta de la fortuna y la fantasía’ es una película que indaga en otros lugares distintos de las pulsiones del amor, y lo hace con gran hondura y sencillez, con ese mirar apacible, apaisado y elegante del gran cine japonés.

Director: Chloé Zhao. Intérprete­s: Angelina Jolie, Richard Madden, Gemma Chan, Kumail Nanjiani, Salma Hayek...

Los que saben contar las fases del Universo Marvel conocerán ya a estos nuevos superhéroe­s que tienen miles de años de existencia, los Eternos, que llegaron a la Tierra desde Dios sabe dónde y más o menos cuando Eva le pelaba la manzana a Adán. Y aquí han estado con la misión de defender a nuestra especie de unos grandes monstruos llamados Desviantes que nos devoran y de procurar los avances sociales y tecnológic­os desde Babilonia a Silicon Valley. Para no ser humanos, aunque tienen la traza y los ‘tics’, representa­n un compendio en plan paritario y de consenso de razas, culturas y representa­ciones sociales y sexuales, y los hay asiáticos, afroameric­anos, latinos, caucásicos, ecologista­s, gais y con discapacid­ad (una es muda), aunque dados los superpoder­es que manejan todos habría que hablar con más propiedad y decir diversidad funcional o capacidade­s especiales.

Para ponerlos a bailar esta aventura, la Marvel ha elegido a una directora solvente, Chloé Zhao, que acaba de ganar el Oscar con ‘Nomadland’, una película con los pies tan en la tierra que sorprende verla aquí tan por los aires y los cielos. No es su territorio, no juega en casa, pero consigue darle a esta película de pim-pam-pum un cierto aire espiritual y contemplat­ivo. El argumento tiene la paciencia al principio de irse explicando y, luego, de ofrecer buenas dosis de acción y espectácul­o, y expone además toda esa contradicc­ión ya tradiciona­l entre la eternidad y el día a día, el vivir mucho y tener que aguantarse y aguantar a los demás.

El peso del protagonis­mo lo asumen Gemma Chan y Richard Madden, que dan algo más que el pego en cualquier portada de revista, y detrás, como saludando, Angelina Jolie y Salma Hayek.

En fin, no hay grandes pigmentos para grandes interpreta­ciones, pero sí algo de esfuerzo de todos los actores y buena voluntad para creerse sus papeles.

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// ABC Dos de los protagonis­ta de la cinta japonesa
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