La doctrina Juana Rivas
Las feministoides usaron a esta mujer para su revolución, pero la pena de cárcel es sólo para ella
LA igualdad perrofláutica abdujo a Juana Rivas en sus excesos maternales porque la ministra consorte de Galapagar y su hueste ultrauterina han hecho creer a muchas mujeres que los hijos son propiedad exclusiva de las gestadoras tanto para abortarlos como para alejarlos de los padres. El hombre es el malo por antonomasia porque, según el catecismo feministoide, es violador, maltratador, violento y supremacista. Los que hemos nacido con próstata tenemos que acreditar ante la santa inquisición progre que hemos sido evangelizados y estamos exentos de la genética diabólica que se nos atribuye por naturaleza. Por lo tanto, en los pleitos entre un hombre y una mujer, ella siempre tiene razón hasta que se demuestre lo contrario. Este es el clima surrealista que ha creado el feminismo montaraz, tan minoritario que cabe entero en la sede del ministerio, unas veces como niñera de los jefes, otras veces enchufada por papá. Estas guerrillas ideológicas que se emboscan en las instituciones suelen generar una falsa apariencia de dominio social que nos aturde. Y en ese agujero negro acabó cayendo Juana Rivas, la granadina que se llevó a sus hijos por la cara, sin respetar los derechos del padre, porque así se lo indicaron las abanderadas del ‘sola y borracha’, que ahora se estarán pintando sobre sus carnes magras el lema ‘contra el fascismo, feminismo’ mientras su asesorada cumple pena de cárcel por hacer lo que le aconsejaron. El Supremo le ha denegado por unanimidad el indulto a Rivas porque las hordas de Montero la Chica, como la llama la gran Rosa Belmonte, y el Centro de la Mujer que había montado Susana Díaz en Andalucía en su red de chiringuitos la usaron para ensayar su revolución verbenera. Y ahora tendrá que pagar, como los defraudadores de Hacienda que eligieron una mala gestoría para llevarles los papeles, el dislate político de sus compañeras de lucha.
En el caso de Juana Rivas no sólo le han hecho daño a ella, se lo han hecho a todas las mujeres que de verdad sufren maltrato. El machismo sigue existiendo y es una lacra inasumible para las sociedades avanzadas. Hay que combatirlo, por supuesto, pero con sentido común. El principal disparate del feminismo de pancarta, más allá de su condición metonímica que pretende atribuir a todas las mujeres la opinión de apenas unas cuantas, es que presenta al hombre como un enemigo, no como un aliado para alcanzar la igualdad. De eso va exactamente lo de Rivas. Sus orientadoras le recomendaron el resquicio de la ley que permite simular un maltrato con el objetivo de justificar el secuestro de sus hijos y conseguir su custodia. Fabricaron una víctima delinquiendo. Tal es la paradoja. Nos hicieron creer que su pareja, a quien estaban manoseando públicamente, era un marrajo. Y lo hicieron desde las instituciones oficiales. Bajo el manto gubernamental. Cosificaron a unos niños inocentes, a los que psicológicamente han herido de por vida, y humillaron al padre. Pero el Supremo ha dictado la ‘doctrina Juana Rivas’: entre las consignas políticas y la ley, escoge siempre la ley.