ABC (Andalucía)

ENTRE LAS COSTURAS DE LA HISTORIA

- Por HELENA CORTÉS

El centro custodia unas 180.000 prendas y accesorios, desde el siglo XVI hasta nuestros días, que cuidan creando para ellos maniquíes a medida y fundas para protegerlo­s de su mayor enemigo: la luz. Para restaurar estas joyas textiles no se usan ni planchas ni lavadoras, solo agua, vapor frío, pesas y alfileres

Con primor, Helena López del Hierro, directora del Museo del Traje, desliza la cremallera de una funda de algodón que acaba de sacar de uno de los enormes armarios metálicos situados en los sótanos del edificio. Con los guantes puestos, enseña orgullosa un jubón del siglo XVI. Y dos piezas más ‘modernas’, del siglo XVII una casaca decorada con piedras preciosas y una chupa con motivos florales. «En España tenemos mucha suerte. Conservamo­s muchas prendas de esta época porque, al ser tan costosas, se cuidaban muchísimo. Tanto femeninas como masculinas, porque hasta el siglo XIX ellos eran tan coquetos como ellas», apunta la directora. Estas joyas de la historia de nuestra indumentar­ia son solo tres ejemplos de los más de 180.000 que custodia este centro, ubicado en el corazón de Madrid, en lo que fue el Museo Español de Arte Contemporá­neo (Madrid). Apenas un 1 por ciento de toda la colección, unas 1.000 piezas (más de 500 inéditas), se pueden disfrutar en la nueva exposición permanente del Museo del Traje, que reabrió sus puertas la semana pasada tras más de un año en obras.

Pero casi tan interesant­e como lo expuesto es lo que no se ve. La planta subterráne­a de este edificio, de más de seis metros de altura, está llena de pasillos abarrotado­s de maniquíes y carteles, pero también de salas con estantería­s repletas de maniquíes, television­es, cerámicas, electrodom­ésticos, instrument­os musicales, cartelería de corridas de toros y fiestas... Como un gran decorado de ‘Cuéntame’. «Nosotros somos también custodios de todos los bienes del Museo del Pueblo Español, un centro ‘maldito’ que no llegó a inaugurars­e por la Guerra Civil y finalmente solo abrió un par de años, entre 1971 y 1973. Aquí guardamos todo aquello que nos da una idea de cómo se vivía en cada época y cómo eran las casas y la vestimenta», comenta la directiva. Más de un 90 por ciento de los fondos, según sus guardianes, son donaciones. Algunas de iconos de la moda como Hubert de Givenchy y Philippe Venet, pero también de artistas como Geraldine Chaplin, que entregó al Museo dos Delphos de Fortuny comprados por su padre. Otras provienen de familias anónimas que, cuando van a vaciar la casa de un familiar fallecido, encuentran ropa digna de estar en el museo. «Tenemos mucho material del siglo XVIII impecable. En el siglo XIX se empieza a trabajar con las fibras sintéticas, que se corrompen más fácilmente», lamenta López del Hierro, que aún recuerda con terror lo que llamaron la ‘crisis de las peinetas’, cuando varias decenas de accesorios desapareci­eron literalmen­te de sus

fondos, porque el plástico del que estaban hechos se convirtió en polvo. «Los polímeros se rompen, se destruyen, y es imposible revertir ese proceso», lamenta.

Para conservar la indumentar­ia histórica utilizan unos guardarrop­a compactos que permiten mantener los textiles a salvo de su mayor enemigo la luz. «Vamos rotando las piezas, lo que llamamos ‘mandarlas a dormir’, y las mantenemos a oscuras y con una temperatur­a controlada. Hacemos fundas y cajas de algodón a medida para que descanse cada prenda», cuenta López del Hierro.

Con alfileres para insectos

El mimo de las restaurado­ras no se limita al almacenaje. Va desde la catalogaci­ón de las prendas hasta su colocación en perchas. El Museo del Traje, de hecho, es de los pocos que elaboran maniquíes invisibles a medida para cada una de las piezas de su exposición. Partiendo de un modelo industrial, se trabaja con ventulón, guata y la malla de algodón para crear un cuerpo ficticio e inapreciab­le a medida. A las faldas, si hace falta, se las hacen faldonajes, fajos y refajos. «El objetivo es que todo el tejido esté apoyado y no todo el peso descanse sobre los hombros. Hay que pensar que hasta que llegaron las tallas industrial­es todo era a medida», apunta la directiva del museo mientras las encargadas de maniquíes siguen cosiendo brazos y cuellos. «Hay piezas que son tan delicadas que ni siquiera admiten esto y tenemos que exponerlas en plano».

Al lado de las perchas está la sala de conservaci­ón y restauraci­ón. Huele como una tintorería, pero aquí las grandes lavadoras y las planchas están prohibidas. Las piezas se limpian con microaspir­ado, se les quitan las arrugas con vapor frío y pequeñas pesas y se tensan con los mismos alfileres que usan los entomólogo­s para exponer mariposas y pequeños insectos. ¿Y las manchas? Algunas se dejan. En otros casos, si la prenda lo permite, se lavan con agua, enrollándo­las y desenrollá­ndolas sobre una mesa. Un trabajo manual que requiere una paciencia impensable en la era de los electrodom­ésticos inteligent­es. Lo más tecnológic­o que hacen es un examen de los hilos con luz ultraviole­ta.

El objetivo de todos estos trabajos artesanale­s que se realizan entre bambalinas es que la colección luzca perfecta. «Mostrar todo lo que tenemos también es una forma de conservarl­o», asumen orgullosas las restaurado­ras. La nueva colección permanente del Museo del Traje mantiene el recorrido cronológic­o de su predecesor­a, pero incluye más elementos contemporá­neos –para evidenciar aún más los ecos históricos que perviven en las prendas actuales– y hace aún más hincapié en los métodos de producción y difusión de la moda «La forma que tenemos de vestir dice mucho de nuestra sociedad, de sus costumbres y comportami­entos», sentencia López del Hierro.

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 ?? // FOTOS▶ GUILLERMO NAVARRO ?? DE LOS SÓTANOS A LA EXPOSICIÓN
1. Una chupa del siglo XVII, guardada en el fondo histórico
2. La sala de los maniquíes, donde dan forma a cuerpos invisibles
3. Bocetos de Pedro Rodríguez
4. Manoletina­s infantiles de Isabel II
5. Maniquíes básicos listos para ser adaptados
// FOTOS▶ GUILLERMO NAVARRO DE LOS SÓTANOS A LA EXPOSICIÓN 1. Una chupa del siglo XVII, guardada en el fondo histórico 2. La sala de los maniquíes, donde dan forma a cuerpos invisibles 3. Bocetos de Pedro Rodríguez 4. Manoletina­s infantiles de Isabel II 5. Maniquíes básicos listos para ser adaptados
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