Biden coge aire tras la aprobación de su plan de infraestructuras de 1,2 billones de dólares
► Balón de exígeno cuando las encuestas indican que su popularidad ha caído
«Conseguimos algo muy esperado, de lo que se ha hablado desde hace mucho en Washington, pero que nunca se logró». «No creo que sea una exageración decir que es un paso monumental hacia delante como país». Joe Biden adoptó ayer un tono hiperbólico –casi cercano al de su antecesor, Donald Trump– para celebrar la aprobación en el Congreso de la ley de infraestructuras, un plan de gasto de 1,2 billones dólares, en el que han participado parte de los legisladores republicanos, y que supone un balón de oxígeno en el momento más bajo de su primer año en la presidencia.
La aprobación en el Congreso es el primer gran triunfo legislativo de un presidente que prometió una agenda reformista con el objetivo de unificar al país, sacarlo de la pandemia y mejorar las condiciones de la clase trabajadora. Hasta ahora, solo logró aprobar un nuevo rescate económico para la crisis del Covid-19, en los primeros compases de su mandato. Desde entonces, su ambiciosa agenda legislativa se ha visto bloqueada por la oposición republicana y las peleas internas de los demócratas.
La declaración de ayer de Biden, eufórico, hasta bromeando con los periodistas, es el primer paso para tratar de cambiar la narrativa de su presidencia. Biden encaraba el aniversario de su victoria presidencial hundido en las encuestas, con su nivel de aprobación desplomado desde mediados del verano y que ha llegado ahora al 43%, el peor en este momento de una presidencia desde que se toman los registros desde mediados del siglo XX, con la excepción de Trump.
Más del 70% de los estadounidenses –entre ellos, la mitad de los votantes demócratas– aseguraban que el país iba por mal camino, en medio de una sensación de inoperancia e ineficiencia por parte del presidente: la persistencia de la pandemia, el caos y la tragedia en la evacuación de Kabul, el récord en entrada de inmigrantes indocumentados, la oleada de crimen violento…
Ahora, Biden puede presumir de que ha conseguido cosas que se les han escapado a anteriores presidentes, como Trump y Barack Obama (de quién él fue vicepresidente, por otro lado) y buscará venderse como un líder efectivo. No solo sacar las tropas de Afganistán –una promesa que compartieron sus dos antecesores– sino renovar las infraestructuras decaídas de la primera potencia mundial. Cualquiera que haya viajado por EE.UU. conoce la desventaja en sus carreteras, red ferroviaria o puertos comparados con otros países industrializados.
La inversión, aseguró Biden, beneficiará sobre todo a la clase trabajadora. «Esta ley es para vosotros, la gran mayoría de los miles de empleos que se crearán no requerirán título universitario», dijo el presidente, en una alusión clara a un electorado, sobre todo en la población blanca, que en buena parte se ha ido con los republicanos desde la irrupción de Trump.
El triunfalismo de Biden contrasta con otras realidades: el plan aprobado supone la mitad del gasto que él buscaba en su formulación original y la otra gran propuesta, la de gasto social y climático, sigue atascada en el Congreso.