El reto del cannabis: abrir el debate sobre su legalización sin exponer sus peligros
Alertan de que los jóvenes podrían acercarse a esta «droga de terciopelo» sin conocer sus efectos
Con apenas 16 años, a Luis, que pensaba que lo tenía todo bajo control, le costaba seguir los dictados en clase de Lengua por culpa de su adicción al cannabis. A la falta de concentración se le unían otros problemas relacionados con la pérdida de memoria y le acechaban regularmente brotes psicóticos que lo llevaban al delirio. La marihuana que conseguía en la calle, y a la que se acercó de manera inocente para «integrarse» con otros jóvenes de su edad, acabó por apartarlo de sus estudios.
Entre los adolescentes como Luis, el cannabis es la droga ilegal que más se consume. Y cada vez empiezan más temprano: la media de edad con la que experimentan con esta sustancia es de antes de los 15 años, según el último estudio publicado por la encuesta estatal Estudes. Con estos datos sobre la mesa, el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Joan Villalbí, lamentó recientemente, mientras el Congreso de los Diputados discutía la propuesta de regulación integral del cannabis del partido Más País, que el debate sobre los efectos que produce en la población «se haya banalizado».
Villalbí recordó que «más o menos un 10% de la población española lo ha consumido en el último año y un 3% lo hace diariamente», unas cifras «relativamente altas en el contexto internacional», según alertó. Así, una regulación como la que proponen los partidos de la izquierda en el Congreso dispararía su consumo. En esta misma línea, los psiquiatras también reconocen su preocupación porque se popularicen y se haga aún más accesible esta droga entre los jóvenes.
«Sufrimos el riesgo de que produzca un efecto perjudicial en la percepción del cannabis que tienen los jóvenes. Al legalizarlo se podría mandar un mensaje de que no es malo», cuenta a ABC José Luis Carrasco, jefe de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. En su opinión, si se regularizara, habría que acompañarlo de «una campaña intensa que alertara de sus efectos», ya que se trata de «una droga aterciopelada, cuyas consecuencias no se perciben en el momento en que se toma, pero van en detrimento de la maduración de la personalidad». Este psiquiatra ha comprobado a través de los casos que trata en consulta que «cuando los jóvenes consumen cannabis regularmente se paraliza su maduración, se vuelven más intolerantes con la frustración y se quedan, en general, atrás».
En este sentido, a Ana González-Pinto, presidenta de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, le inquieta que «los adultos pueden tomar sus propias decisiones, pero que los jóvenes encuentren continuamente mensajes sobre las virtudes del cannabis en su salud no es adecuado». A esta catedrática en Psiquiatría en la Universidad del País Vasco lo que le preocupa también es que los adolescentes son «mucho más vulnerables a la hora de desarrollar cuadros psicotrópicos», y según cuenta, esto les ocurriría al 10% de ellos. Además, a este porcentaje de los que tienen predisposición genética a desarrollar cuadros como la esquizofrenia se les unen, según cuenta, otros que tienen en su historial factores de riesgo adquiridos como podrían ser haber sufrido problemas en el parto o infecciones en edades tempranas, entre otros.
El tratamiento del TDAH
José Carlos Bouso, psicólogo clínico y doctor en Farmacología además de director científico de la Fundación Icers, aclara los dos tipos de efectos que provocan las sustancias como el cannabis que actúan sobre el cerebro: por una parte están los neuronales o neuropsicológicos (sobre las estructuras cerebrales y sus funciones) y, por otra, los psiquiátricos, donde se englobarían las psicopatologías o trastornos mentales como la esquizofrenia. Sin embargo, tal y como expone a ABC, «en términos estadísticos habría unos 15.000 usuarios que tendrían que dejar de utilizar el cannabis para prevenir un solo caso de esquizofrenia». Por otra parte, Bouso reivindica que ningún menor debería tener acceso a ninguna droga y critica que a determinados adolescentes «se les administren antridepresivos o anfetaminas cuando son diagnosticados con TDAH», ya que, en general, «es una barbaridad, al igual que consuman cannabis».