ABC (Andalucía)

Corriente alterna en el Madrid

El equipo blanco se impone al Rayo con tantos de Kroos y Benzema en otro encuentro irregular en el Bernabéu Tras un buen inicio, el Madrid perdió el dominio, se echó atrás y el gol de Falcao metió a los vallecanos en el duelo

- HUGHES

El Madrid volvió a disfrutar en el Bernabéu. Volvió a hacer disfrutar al público. Las comatosas impresione­s ante el Shakhtar dieron paso a una nueva velocidad, una ligereza de pies, una electricid­ad a la que quizás contribuye­ra inicialmen­te el Rayo con su primera presión arriba. La presión acelera el ritmo del juego, en realidad es un principio de alegría del fútbol porque obliga a agilizar los pasos, y así hizo el Madrid: respondió con un juego rápido, de pocos toques, de gran movilidad en las puntas.

El Madrid de Ancelotti está buscando el equilibrio. Su primera naturaleza fue la ofensiva, pero le metían goles, así que reconsider­ó su fútbol, y aprendió a dejar la puerta a cero pero achatando su fútbol. Este encuentro contra el Rayo puede entenderse como una aproximaci­ón al equilibrio, palabra querida por Ancelotti, que en esta segunda etapa en el Madrid está siendo felizmente palabrero, está siendo didáctico y reflexivo en las ruedas de prensa, motivando sus decisiones y ejerciendo una labor incipiente de portavoz, o al menos de voz en el Madrid, tan necesaria entre la musitación suprema del presidente y la diplomacia arcangélic­a de El Buitre.

Como empieza a ser costumbre, el Madrid encontró pronto el gol. El gol ha perdido su carácter problemáti­co, su condición de trauma, y ahora llega casi sin querer. Bastó un balón largo que Vinicius ganó por velocidad. Fue interesant­e porque partió de la banda; abrió el campo, lo estiró a lo ancho, pero luego lo hizo a lo largo ganando el espacio, el famoso y buscado espacio; eso lo hizo con velocidad, pero luego gestionó la jugada, la pelota, la administró sin atropellam­ientos, sin frenesís: preasistió a Asensio (otra vez, y valga la expresión), que colocó un balón de mucha clase para la llegada de Kroos. El remate de Kroos tuvo la calidad habitual, y al darle a la pelota hizo su caracterís­tico gesto director, con el brazo en alto y la mano extendida, como pidiendo la vez o llamando tras de sí a un ejército imaginario. Qué importante son los brazos en el fútbol, y qué poco los miramos. Los buenos jugadores lo son por los brazos tanto como por los pies. Los mejores jugadores, los más estéticos, son aquellos que controlan o chutan como si bailasen un vals o un tango imaginario, como si sujetasen en sus brazos una invisible figura femenina.

Parte del gol era de Asensio, que implicado y juicioso sigue aportando cosas al equipo, plenamente inserto en la rotación. Otra útil novedad fue Camavinga, donde Modric. Aunque se le ve cohibido, estuvo más vivo con la pelota y ayudó con su velocidad, sobre todo en los balones divididos. La cercanía de Asensio, propenso al interior, añadió un punto reflexivo a su movilidad.

El Rayo ahí era generoso y civilizado. Una mezcla de decencia o pudor táctico, y de prudencia, y no resultaba ni muy defensivo ni muy audaz. Es un término medio que el Madrid suele agradecer, sobre todo en los días felices, y era una noche feliz para el Madrid, como si todos corriesen tras la velocidad de Vinicius.

Hubo una racha de buenas llegadas de Carvajal por su banda, pero el gol surgió por la izquierda, con un pase inteligent­e de Alaba que Benzema remato de primeras en el segundo palo. Al Madrid le han salido dos carriles o subcarrile­s nuevos con los centrales. No solo fue ese pase de Alaba, con manifiesta querencia ofensiva; Militao subió una pelota con una impresiona­nte zancada, creciéndos­e hasta ser una especie de lateral interior.

La segunda parte comenzó con una jugada asombrosa de Vinicius en la que se fue de todos desde el mediocampo hasta el área pequeña. Sacrificó el pase a un compañero ante la posibilida­d de hacer un gol monumental. Regatea con una facilidad infantil, como hacía el bueno del recreo o del barrio. Ser capaz de reproducir las condicione­s infantiles del fútbol en el más alto nivel es algo extraordin­ario.

El partido dibujaba grandes avenidas para el contragolp­e del Madrid, que se juntaba un poco más atrás, haciéndose culón, matronal. El partido era correcto, pero siempre hay fricciones. Arbitraba González Fuertes, que de lejos parece Kojak, y un cántico en forma de recomendac­ión se oyó en la

grada: «Vete a Turquía, árbitro, vete a Turquía».

El Rayo era un rayo sin trueno, y el partido se iba normalizan­do, espesándos­e un poquito hasta que un tacón o un alarde de Vinicius lo erizaba de nuevo. Él es Stockton y Benzema es Karl Malone. No eran solo ellos. Carvajal reencontra­ba su chispa y fue de lo mejor de un Madrid que fue recordando el, digamos, placer del ‘bloque bajo’, horrible expresión y vicio nefando.

Pero es verdad que el Madrid volvía al calorcito de la mantita contempori­zadora y el Rayo se le fue subiendo al regazo como un gato. O más bien un ‘tigre’. Hubo un tiro al palo y luego llegó el gol de Falcao. A Ancelotti se le hinchaban los carrillos. El Madrid ya no era del todo, se había ido en parte y no volvió. Acabó como contra el Shakhtar, echado atrás y guardando el 2-1 sin brillantez ni grandeza. Incluso con cierta agonía bajo palos. Volvieron algunos silbidos como dagas, música no inhabitual en el Bernabéu cuando el otoño se recrudece.

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// EFE Benzema intenta rematar ante la salida de Dimitrievs­ki
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// EFE Kroos celebra su gol con Vinicius
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