ABC (Andalucía)

Hombre de resistenci­a

Raúl Rivero (1945-2021)

- DIEGO DONCEL

Raúl Rivero fue uno de los iconos cubanos en la lucha contra la barbarie comunista del régimen de Fidel Castro. En la isla se hablaba de él como un hombre de conciencia y un hombre de resistenci­a, como el intelectua­l que se enfrentó al Koba caribeño con la única fuerza de sus palabras. Había nacido en 1945 y toda su vida fue la búsqueda de una verdad que desenmasca­rara las ficciones de un sistema, la trama de su propia corrupción. A Rivero le gustaba poner al régimen ante sus contradicc­iones y sus mentiras. También ante su propio fracaso histórico y sus traiciones.

Fue por ello un periodista de honda vocación y un poeta que luchaba porque la urgente realidad no le cortara el aliento a sus versos. Es difícil hablar de la historia del periodismo cubano sin acordarse de él, de su estilo personal, de su mirada desmitific­adora. Como para muchos disidentes, para muchos opositores es imposible no recordar muchos de sus poemas que se susurraban en privado y en todas las clandestin­idades a las que fueron arrojados gran parte de los habitantes de la isla.

De joven lo recordaban como una de las grandes promesas de aquella generación inmediatam­ente posterior a Orígenes, la de Lezama y Cintio Vitier. Pero lo suyo era la palabra de acción, la tinta de la máquina de escribir de las redaccione­s, los cigarrillo­s interminab­les sobre la rabiosa actualidad. Demasiado temperamen­tal e inquieto para levantar una obra literaria de carácter contemplat­ivo. Le gustaban las calles, los tugurios, la música, los idilios y los sueños. También las equivocaci­ones y corregirse a sí mismo. Durante décadas fue ese periodista de la Cuba castrista con el que había que contar. Pero la carcoma del desengaño le llegó con el polvo de la caída del muro de Berlín. Por eso se puede decir que su vida fue, como la de gran parte de su generación, la caída del vuelo de Ícaro. La caída desde la utopías del 68 a las brasas de esos infiernos nacidos de las revolucion­es.

Cuando, en 2003, la justicia cubana lo condenó a la cárcel durante veinte años, a causa de ser «un periodista independie­nte que operaba al servicio de EE.UU.», Rivero estaba ya a años luz de muchos amigos personales que seguían colaborand­o con el carnaval castrista.

Ahora que ha muerto en el exilio de Miami, después de sus años de exilio madrileño, uno lo ve como una víctima de la historia de nuestro tiempo, como la víctima de un anacronism­o histórico. Su figura rica, compleja y apasionant­e está lista para ser estudiada con detenimien­to.

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