ABC (Andalucía)

Los almudenos

«Si en Madrid no hubiera cafés, el Gobierno sería mucho más fácil», suspiraba Azaña, pasando por alto que su República había salido de los cafés, con sus señoritos

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

L AAlmudena, fiesta religiosa, es un puente laboral porque así lo decidieron los señoritos, que son los que en Madrid siempre han decidido todo. Los señoritos y, como decía Ruano, los cafés.

—Si en Madrid no hubiera cafés, el Gobierno sería mucho más fácil –suspiraba Azaña, pasando por alto que su República había salido de los cafés, con sus señoritos: «esa clase tan especial, tan puramente española que es el señorito, hacedor de revolucion­es y de contrarrev­oluciones».

—Los Ortega, filósofo con botines (oyó que el conde de la Cimera era elegante y «don José puso una sonrisa ladeada, de conejo, y no perdonó aquella impertinen­cia»). Los Unamuno y su jaqueca diaria del «dolor de España», dueño y señor de la palabra «agonía»: oye que alguien agoniza y su primer impulso es escribir un artículo etimológic­o para ‘El Sol’. Los Ayala, que acude en pantalones cortos a tomar posesión de su embajada en Londres.

Azaña entrevió la revolución española en las noches de la Granja del Henar, y Ruano recuerda en ‘Estampa’ que la manifestac­ión revolucion­aria que avanzaba por Recoletos para quemar el ABC se había formado con elementos de la Granja y Negresco: «Había tanto pequeño literato que todos aquellos energúmeno­s eran gentes que no habían podido colaborar en ABC y habían decidido quemar aquella casa, que no pudieran antes asaltar con gerundios».

Hoy, esos señoritos, o almudenos, a falta de los cafés de Azaña, alternan en las terrazas de Ayuso, a la que mueven la silla para movérsela a Rodríguez, su ayudante de campo, un cuñado de España. Rodríguez sería el Cipriano de Ayuso.

—¿Y si entráramos un rato, Cipriano? –decía, al oído de su cuñado, Azaña, «españolísi­mo presidente», al pasar frente a la Granja del Henar.

Cipriano Rivas Cherif venía de la quema del convento de jesuitas en la calle de la Flor, con el poeta festivo Luis de Tapia, su casero y amigo, «siempre juvenil, a quien me uní en la chocarrera zarabanda».

No nos olvidemos de visitar en España lo romántico y lo reciente.

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