ABC (Andalucía)

Las urnas del chivo nicaragüen­se

- CARMEN DE CARLOS

La fiesta del chivo nicaragüen­se –y señora– terminó antes de empezar. Daniel Ortega y Rosario Murillo, en un último intento por imponer su voluntad, apostaron por dar barra libre en las elecciones y levantar la prohibició­n de tomar alcohol. La tentación de sumergirse en un estado de ebriedad, que impida ver la realidad trágica de Nicaragua, era grande pero mucho más las ansias de democracia y para conquistar­la, hay que estar sobrio.

En el segundo país más pobre del continente (Haití siempre va en cabeza) la gente prefirió el domingo abrir los ojos, cerrar las manos y combatir al régimen que encarceló a los opositores de verdad, con su abstención. Según el Observator­io Ciudadano Urnas Abiertas, como mínimo, el 79 por ciento evitó participar de ese teatrillo de votos, arrugados por el fraude previo, y como máximo fue el 84 por ciento del padrón el que se defendió de la farsa electoral quedándose en casa.

La victoria de pacotilla de la dictadora y el dictador –tanto monta, monta tanto– es un fracaso anunciado que se traducirá en la evidencia de más hambre y miseria. Estados Unidos afila el lápiz de las sanciones, que no son otras que forzar la suspensión de créditos de los organismos financiero­s internacio­nales, revisar o cancelar el Tratado de Libre Comercio (Cafta) y convencer a sus aliados de estrechar el cerco económico y político de un gobierno que, ironías de la historia, no sacude las conciencia­s de esos presidente­s «progresist­as» de Iberoaméri­ca que resucitan la eterna condena de sus dictaduras del siglo pasado.

Mientras estos permanecen muditos, los ex como Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Laura Chinchilla (Costa Rica), Ricardo Lagos (Chile) y Juan Manuel Santos (Colombia) pidieron el aislamient­o de Nicaragua y su suspensión de la OEA. La iniciativa es algo, pero hacerlo mientras Venezuela sigue dentro de la OEA y Cuba tiene sus puertas abiertas, da que pensar.

Daniel Ortega y señora, los de la revolución sandinista, fueron a votar y se mueven por Managua en un Mercedes Benz. Para ellos, la democracia va sobre ruedas ‘made in Alemania’, para el resto, es la muerte disfrazada de accidente en una república bananera.

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