ABC (Andalucía)

Las normas de Xavi

Se le presenta en un show a la desesperad­a para reanimar a la tropa

- ENRIQUE YUNTA

El Barcelona, instalado en los ‘ismos’ de forma irremediab­le, entiende, casi en su totalidad, que Xavi es la mejor solución para semejante destrozo, una apuesta algo populista y arriesgada esta de entregarse a un mito pensando en que la suma siempre va a salir bien porque con el sentimient­o y el corazón todo es mucho más fácil. Con Pep Guardiola se llegó a la excelencia y Xavi, atrevido, acepta el reto y hasta le gusta la comparació­n, pero el turbulento paisaje no invita a imaginar un futuro tan dorado como aquel, y menos ahora que no está Messi y que los goles los tienen que hacer Memphis Depay, Luuk de Jong o Braithwait­e cuando esté, así de triste es la vida en el Camp Nou. Xavi, presentado con todos los honores en un show a la desesperad­a para hinchar el globo y reanimar a una afición que transita entre la desolación y la más absoluta indiferenc­ia, no es un becario como tal (ojo, hay becarios estupendos que dan mil a vueltas a muchos veteranos), pero su experienci­a es escasa y solo ha entrenado en Catar bajo el manto de millones que caían del cielo, de ahí que el propio Laporta tuviese varios nombres en mente antes e incluso llegó a soltar a su gente que su sitio era el filial. Como no hay nada mejor, el presidente, sin quererlo, traga por un supuesto bien común con el único fin de evitar una temporada calamitosa.

Es innegable, aunque solo sea por ver a Laporta y Xavi dando la nota con sus cánticos durante la presentaci­ón, que algo cambia en el entorno y colabora el entrenador con su discurso porque sabe lo que tiene que decir para encender a la tropa. Ante los micros siempre soltaba las palabras justas hasta cuando se quejaba de todos los céspedes del planeta y hablar de Cruyff, ensalzar el compromiso o poner en valor a los jóvenes, como hizo ayer, siempre da positivos. Eso y las normas, que sabe que cuando no se aplican las cosas no salen bien, como cuando él estuvo en ese Barça de Laporta de 2008 devorado por la autocompla­cencia y por los excesos de Ronaldinho y Deco. Habrá aprendido también en Catar, donde tan libre se ha sentido que llegó a escupir aquello de que «no es una democracia, pero funciona mejor que España». Incluso con esas normas.

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