El dinero enturbia la recta final de la Cumbre del Clima
► El encuentro se alarga ante la falta de fondos para países vulnerables y el adelanto a los recortes de emisiones
Aunque el presidente de la Cumbre del Clima de Glasgow (COP26), Alok Sharma, ha asegurado ser conocido como «sin drama Sharma», el final del encuentro está siendo una agonía. Al cierre de esta edición, los delegados de casi 200 países apuraban sus supuestas últimas horas para intentar llegar a un acuerdo. «Hay un pequeño número de problemas clave que requieren atención urgente», reconoció Sharma ayer por la tarde. Y sin el consentimiento de todos los países implicados, no hay trato.
Cómo mantener el planeta en «umbrales seguros» de calentamiento, dejar constancia de que hay que acabar con el carbón y los subsidios a los combustibles fósiles y, sobre todo, clarificar cuánto, cuándo y cómo llegará el dinero para los países más afectados por el cambio climático son las principales batallas a las que se enfrenta el encuentro. Como reconoció ayer el primer ministro británico Boris Johnson, hay que poner fondos sobre la mesa: «Eso es lo que hace falta en las próximas horas».
En general, la idea de mantener el planeta en «límites seguros» de calentamiento, uno de los puntos clave fijados para esta cumbre, era bien acogido. Hoy el planeta se encuentra a 1,1ºC de calentamiento sobre los niveles preindustriales, y en 2015 la comunidad internacional se comprometió a mantenerlo en un límite entre 1,5º y 2º. Pero para mantener «vivo» el nivel más bajo de esta horquilla, es necesario que las emisiones globales caigan un 45% para 2030, algo que por ahora no va camino de ocurrir. El último borrador de acuerdo recoge estas cifras y pide que los estados manden nuevos planes de recortes de emisiones para finales de 2022, aunque también dice que se podrían tener en cuenta «diferentes circunstancias» nacionales, lo que podría suponer que algunos se desmarquen.
Este punto genera fricciones porque hay países que no quieren adelantar sus planes de recortes de emisiones, que según lo establecido debían ser quinquenales. China, por ejemplo, defiende que cada país debería poder decidir su propio calendario, o al menos mantener el previamente acordado. Estados Unidos, pese a apoyar la meta del 1,5º, tampoco es partidario de que la actualización de planes sea anual. La UE, en cambio, insiste en la necesidad de salir de esta cumbre con un compromiso firme de mantener este límite de 1,5º al alcance.
La oposición de economías petroleras, como Arabia Saudí, a que se incluya un punto más político que práctico sobre la necesidad de suprimir progresivamente el carbón y las subvenciones a los combustibles fósiles retrasó también las conversaciones. En un intento de lograr el consenso se suavizó, la redacción hablaba de eliminar las subvenciones «ineficaces». Este cambio no gustó a todos. «Esta COP debe enviar una señal clara sobre el compromiso de detener los subsidios a los combustibles fósiles», dijo ayer el jefe negociador europeo, Frans Timmermans, que encontró un aliado en el enviado norteamericano, John Kerry, quien ejemplificó como «la definición de la locura» el haber seguido financiando estos productos en los últimos años.
EE.UU. y la UE, culpados
Pero ante sus horas finales, el dinero era el gran escollo. Los países en desarrollo venían con la lección aprendida. En el Acuerdo de París (2015), los países se comprometieron a aportar a partir de 2020 un total de 100.000 millones de dólares anuales para los países en desarrollo, pero pasado el plazo, esa cifra no ha sido completada, algo que ha enrarecido las conversaciones y generado desconfianza en la cumbre.
Los países en desarrollo quieren una fecha y un compromiso concreto. El último borrador reconocía que se necesita un aumento significativo en la financiación y añade un nuevo plazo, ya que insta a los estados a completar los fondos como máximo en 2025.
La otra pata asociada a este dinero tiene que ver con la adaptación, es decir, el que se destina a evitar los impactos del cambio climático. Ahora apenas supone un cuarto de los fondos dirigidos al clima. El texto «insta» a los países desarrollados a que «al menos dupliquen» sus aportaciones financieras en este punto para 2025.
Pero existen ciertos recelos sobre el origen de los recursos. «Necesitamos hacer crecer nuestra base de donantes. También necesitamos ser creativos. La financiación privada tiene que ser parte de la ecuación», dijo Timmermans. Países como EE.UU. quieren que se llame a completar la financiación de forma «individual» y no colectiva.
Además, los países vulnerables se están centrado en otro apartado, el llamado «pérdidas y daños» y que anoche estaba entre los más lejanos al consenso. Ante los problemas que ha habido para captar los fondos para la adaptación, los países más vulnerables quieren ahora dejar bien atado el destinado a los perjuicios en forma de sequías, inundaciones o huracanes que ya están sufriendo. El G77 y China proponen crear un fondo especial para compensar los daños ocasionados por unas emisiones de las que no son responsables, pero esto no ha quedado reflejado en el borrador. «Es demasiado importante para que nos conformemos. Debemos fortalecer la acción sobre las pérdidas y los daños», decía Tina Stege, la negociadora climática de las islas Marshall y portavoz de una coalición de países que piden «más ambición».