ABC (Andalucía)

Sabaté, enfermo de ELA: «Necesito ayuda y me ofrecen la muerte»

► El joven de 37 años denuncia que una trabajador­a social le sugirió que podía recurrir a la eutanasia

- LAURA DANIELE

Jordi Sabaté Pons pelea cada día por seguir vivo. Lleva siete años luchando contra la esclerosis lateral amiotrófic­a (ELA) que le diagnostic­aron cuando cumplió 30 años. «Me podrían haber regalado un perfume», bromea en una conversaci­ón con ABC a través de Whastapp. El pasado mes de marzo cuando el Gobierno consiguió aprobar en el Congreso la ley de eutanasia, Jordi dijo a este periódico que «lo prioritari­o era invertir todos los recursos sociales y económicos en los enfermos para que no tuvieran que verse obligados a pedir ayuda para morir».

Lo que él nunca imaginó es que esa ayuda a morir llegaría en forma de propuesta por una trabajador­a social que lo visitó esta semana en su domicilio de Sarriá, en Barcelona. «Vino a mi casa y lo primero que me dijo fue que le dijera mis últimas voluntades por si un día no quería estar enchufado a una máquina o con una sonda gástrica para comer artificial­mente. Luego me dijo que ya era legal la ley de la eutanasia por si quería recurrir a ella», explicó Jordi.

Pese a que desde el diagnóstic­o de la enfermedad en octubre de 2014, este joven de 37 años ha pasado por cuatro trabajador­as sociales del distrito de Sarrià-Sant Gervasi para gestionar las ayudas a la dependenci­a, nunca había vivido una situación tan violenta como la ocurrida el pasado miércoles.

«Me sentí atacado y rabioso. Que te ofrezcan la muerte en mi estado no es agradable. Además fue surrealist­a y horroroso que me ofreciera acabar con mi vida si algún día estoy enchufado en una máquina o no puedo comer cuando es así como estoy ahora. Creo es ofensivo», afirmó Jordi, que insiste en que si esa trabajador­a social «coge a alguien deprimido, a los dos segundos ese enfermo pide que le maten».

Desde hace varios años, la casa de Jordi «se parece a una UCI». Cuatro auxiliares de enfermería, que sufraga con fondos propios, le asisten las 24 horas. Con la ley de dependenci­a consiguió la asistencia de una persona dos horas diarias, pero, según Sabaté, «no sabía lo que es la ELA y dejó de venir porque peligraba mi integridad vital». «La administra­ción nos tiene abandonado­s», asegura este joven, que pese al mal rato vivido no piensa denunciar ni interponer una reclamació­n a la trabajador­a social.

El presidente de la Asociación de Bioética y Ética Médica, Luis Miguel Pastor, explicó ayer a ABC que ni la ley de la eutanasia ni el manual de buenas prácticas –que detalla aspectos concretos para la puesta en marcha de la prestación de ayuda a morir– establecen en ningún momento que los profesiona­les que atienden a los enfermos sean los que deban informarle­s sobre el nuevo derecho a morir. «Lo que dice el manual de buenas prácticas es cómo se debe actuar ante una demanda de eutanasia pero no habla de informar a los pacientes», asegura Pastor, uno de los especialis­tas que participar­on en el equipo que elaboró este documento.

Para Pastor el hecho de que la eutanasia sea considerad­a una prestación más del Sistema Nacional de Salud puede llevar al error de pensar que los profesiona­les sanitarios son los responsabl­es de informar a sus pacientes sobre su existencia. «Pero la eutanasia no es una opción más que ofrece el médico pese a que es probable que ese sea el efecto que tenga, al considerar­se un derecho. Vamos a encontrarn­os con esta situación muchas veces», advirtió.

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// ABC Jordi Sabaté Pons fue diagnostic­ado de ELA cuando cumplió 30 años

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