Una ciudad para todos
El Congreso Católicos y Vida Pública, que se desarrolla este fin de semana, organizado por la Fundación San Pablo-CEU, analiza el riesgo que suponen para la libertad una serie de movimientos sociales y nuevas ideologías como la llamada «cultura woke» o «cultura de la cancelación». Esta galaxia ideológica, fuertemente agresiva, propone una lucha políticocultural basada en el agravio sufrido por una serie de grupos identitarios. Me ha parecido muy sugestiva la intervención del arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, que ha señalado que «corremos el riesgo de deslizarnos hacia un nuevo “tribalismo”, con la sociedad dividida en grupos y facciones, en competencia unos con otros».
Desde una tradición bien distinta a la de monseñor Gómez, también ha dado la voz de alarma el filósofo alemán Alexander Grau, editorialista del diario ‘Der Spiegel’, que denuncia la amenaza para occidente de una «monocultura ideológica», que trata de imponerse mediante la creación de un clima de odio asfixiante para quien se atreva a discrepar de los nuevos dogmas. Grau señala el resentimiento hacia la propia historia que caracteriza a estos movimientos, que en realidad sólo se mueven contra, sin ninguna propuesta de construcción.
El esfuerzo por tejer una ciudad común, en la que cada uno pueda vivir y narrar su propia identidad, en recíproco respeto con los que son diferentes, es un verdadero reto. Es importante un liderazgo político cultual contra el nuevo sectarismo que nos amenaza, y también es esencial un tejido comunitario que practique cotidianamente un diálogo vivo y sin censuras.