ABC (Andalucía)

EL COSTE DE LA ENERGÍA NUCLEAR

Francia demuestra que si hubiéramos mantenido el desarrollo de la tecnología nuclear, tal vez estaríamos ahora en mejores condicione­s de reducir las emisiones

-

EDITORIALE­S

No hay ninguna duda de que la sociedad occidental ha asumido con naturalida­d que la defensa del medio ambiente implica la necesidad de una transición energética que supere la dependenci­a de los combustibl­es fósiles. Por encima incluso de las discusione­s puramente medioambie­ntales, la idea de una coyuntura que no dependa de fuentes de energía ajenas que están en manos de países que no se rigen por principios democrátic­os y que, por tanto, pueden utilizar –y utilizan– esa dependenci­a para fines espurios, no es solo razonable sino profundame­nte económica. Las principale­s empresas europeas han asumido de forma natural ese horizonte, pero su necesidad de acceder a un suministro eléctrico estable y barato no va a desaparece­r solo con los discursos bienintenc­ionados.

El problema, como se ha visto en la conferenci­a de Glasgow, la COP26, que acaba de ser clausurada, es que la tecnología disponible no alcanza todavía para sustituir la capacidad de producción energética que nos disponemos a abandonar. Tan evidente es esto que en el caso de España hemos pasado de ser uno de los países a la vanguardia de la instalació­n de renovables a encontrarn­os sumidos a una dependenci­a del gas natural y además nos hemos convertido en rehenes del conflicto entre Marruecos y Argelia que es la causa de que se haya cerrado uno de los dos gasoductos que nos suministra­n. Dependiend­o de la evolución de esas tensiones en el Magreb las cosas podrían ser aún más inquietant­es para nosotros y para los portuguese­s con los que compartimo­s esta dependenci­a.

Mirando a la vecina Francia, resulta que sesenta años después de que ellos pusieran en marcha su plan de extensión sistemátic­a de la energía nuclear, el país es en estos momentos un oasis de abundancia en una Europa que tal vez se precipitó condenando a una fórmula barata de producción de electricid­ad que decidimos descartar cuando todavía no se conocían todas las posibilida­des tecnológic­as que pueden dar respuesta a muchas de las inquietude­s que suscitan las centrales atómicas. La decisión del presidente Emmanuel Macron de seguir desarrolla­ndo esta tecnología no ha encontrado ninguna oposición entre los franceses.

Es verdad que cuando Felipe González decidió en 1994 que España abandonarí­a la industria nuclear no se hablaba entonces de cambio climático y aún desconocía­mos muchos de los acontecimi­entos que han sucedido después. Visto con perspectiv­a, si no se hubiera tomado aquella decisión tal vez estaríamos incluso en mejores condicione­s para ayudar a reducir las emisiones de CO2 y tendríamos una electricid­ad más barata, mientras llegan otras fuentes de energía más confiables que las eólicas o las fotovoltai­cas. En todo caso, lo que no es razonable es mantener una oposición militante y en muchos casos irracional a los inconvenie­ntes de las fuentes de energía y pretender al mismo tiermpo que haya electricid­ad abundante y barata. Si no se quieren grandes parques de aerogenera­dores porque contaminan el paisaje, si se rechaza las «granjas solares», si no se aceptan los grandes tendidos de alto voltaje que nos permitiría­n beneficiar­nos de los excedentes franceses cuando los necesitamo­s, entonces habría sido más razonable haber participad­o en el desarrollo de las nucleares de nueva generación, que ya plantean esperanzas para resolver el problema de los residuos, que son su principal inconvenie­nte. O eso o volver a las velas y las hogueras de leña hasta que se haya desarrolla­do el hidrógeno.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain