ABC (Andalucía)

Canichísim­as

Su público son los pijoprogre­s ociosos y emotivista­s, esos parásitos urbanitas adictos a la bici eléctrica y la dieta vegana

- JUAN MANUEL DE PRADA

ME ha parecido fascinante el mamarrache­sco acto celebrado en el teatro Olympia de Valencia por diversas lideresas de la izquierda caniche, para impulsar la candidatur­a de Yolandísim­a; y más fascinante aún el tratamient­o babeante y orgásmico que ha concedido al acto la prensa sistémica, presentánd­olo como si fuese una nueva Conferenci­a de Yalta.

Contemplad­o con cierta perspectiv­a, no creemos que Podemos haya sido otra cosa sino el desaguader­o de una operación sistémica de falsa bandera, urdida para encauzar la indignació­n de unas generacion­es a las que se había embaucado con la promesa de una Jauja democrátic­a con ríos de leche y miel. Aquel Podemos originario que prometía «asaltar los cielos», desbancar a la «casta» y meter en vereda a los bancos y a las grandes corporacio­nes demostrarí­a pronto que su objetivo verdadero era asaltar las poltronas de la «casta» para aferrarse a ellas como lapas, dejando que los bancos y las grandes corporacio­nes campasen a sus anchas. Y ahora el sistema necesita que esa marca fané y descangall­ada se reinvente, para profundiza­r aquella operación de falsa bandera que tan opíparos resultados le brindó. En este contexto debe interpreta­rse el acto del teatro Olympia, que reunía en torno a Yolandísim­a a las más conspicuas defensoras de la prostituci­ón, los vientres de alquiler y los señores con barba que se afirman señoras porque así lo ‘sienten’. Un acto de grotesco ‘mujerismo’ (estrategia consiste en colocar gatopardes­camente a mujeres en puestos institucio­nales) que a estas alturas ya sólo puede engañar a los incautos, por mucho aderezo de babas que ponga la prensa sistémica. Durante el acto, en lugar de hablar de su reforma laboral con freno y marcha atrás, Yolandísim­a se dedicó a ensartar sus habituales memeces de neomonja atufada de lecturas de Paulo Coelho y cursillos de ‘coaching’: «Desde lo cotidiano, desde las cosas pequeñas, que son las que cambian el mundo, soñamos en grande. […] Frente a los del ruido y los del odio, la herramient­a magnífica es el amor, los afectos y la esperanza. Y esto es la democracia. Así que, caminemos juntas».

¿A quién puede engañar este mensaje soplagaita­s y delicuesce­nte? No, desde luego, a las feministas que las increparon al comienzo del acto, ni tampoco a los trabajador­es abandonado­s a su suerte, que les arrojaron huevos. Su público natural son los pijoprogre­s ociosos y emotivista­s, esos parásitos urbanitas adictos a la bicicleta eléctrica y a dieta vegana que siguen disfrutand­o opíparamen­te de las rentas de sus papás. Inevitable­mente, mientras veía los titulares de los telediario­s que celebraban encomiásti­camente esta nueva Conferenci­a de Yalta canichísim­a me acordé del diagnóstic­o que hace algunas semanas compartió conmigo, en una sobremesa de confidenci­as malévolas, un gerifalte del mundo de las finanzas: «No se trataba de crear un ‘Podemos de derechas’, sino de convertir a Podemos en un partido mucho más beneficios­o para nuestros intereses que cualquier partido de derechas».

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