ABC (Andalucía)

COP26: una patada adelante en la lucha contra el cambio climático

∑La cumbre da pequeños pasos para recortar emisiones, pero su éxito dependerá de lo que se haga en 2022 ∑«Hemos mantenido vivos los 1,5 grados, pero su pulso es débil», reconoce el presidente del encuentro

- ISABEL MIRANDA

Tras cada Cumbre del Clima, siempre queda flotando en el ambiente la duda de si las dos semanas de negociacio­nes han servido para algo. Y siempre hay matices. En Glasgow, los países han reconocido que el recorte de las emisiones es urgente y debe ser drástico, y que se debería reducir el uso del carbón y los subsidios fósiles. También queda patente que hace falta más dinero para los países vulnerable­s. Pero en el encaje de los intereses de casi 200 países firmantes, ninguna medida radical ha salido de la COP26.

En un intento por mantener a raya las sequías, las inundacion­es o el aumento del nivel del mar, el objetivo central era dejar abierta la posibilida­d de que el planeta limite el calentamie­nto global a 1,5ºC sobre los niveles preindustr­iales, algo para lo que serían necesarios drásticos recortes de emisiones en un plazo máximo de ocho años.

Lo que ha conseguido el paquete de Glasgow es que los estados tengan que rehacer sus planes climáticos y presentarl­os a la ONU para su revisión en un año, alineados con una temperatur­a de entre 1,5º y 2º, y no dentro de cuatro años como estaba previsto. «Podemos decir con credibilid­ad que hemos mantenido vivos los 1,5 grados. Pero su pulso es débil y sólo sobrevivir­á si cumplimos nuestras promesas y traducimos los compromiso­s en acciones rápidas», dijo Alok Sharma, presidente de la COP26.

Países como China no eran partidario­s de acelerar el marco temporal que ya estaba previsto o a tener que alinearlo con el objetivo más ambicioso de la horquilla. Al final, se acelera la acción climática y existe una nueva posibilida­d de frenar el aumento de temperatur­as, pero todo dependerá de lo que presenten los actores el año que viene.

Aún así, este punto tiene brechas. El acuerdo abre la puerta a excepcione­s.

Aún así, se reconoce que hacen falta compromiso­s mucho mayores, con una caída de hasta un 45% de la emisiones en 2030, para mantener en el umbral más bajo posible el aumento de las temperatur­as. «Es tímido, es débil y el objetivo de 1,5º apenas sigue vivo, pero se manda una señal de que la era del carbón está acabando. Y eso es importante», reaccionó Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace.

Combustibl­es fósiles

Tras muchas negociacio­nes y quebradero­s de cabeza, por primera vez en una Cumbre del Clima, se incluye una petición a reducir el uso del carbón y de los subsidios a los combustibl­es fósiles. «Dos billones y medio (de dólares) fueron en los últimos cinco o seis años a subsidios para combustibl­e fósil. Esa es la definición de locura», llegó a decir el enviado estadounid­ense, John Kerry.

Además, naciones como India o China presionaro­n en el último momento para diluir la necesidad de acabar con ellos. Estas naciones temen que acabar con los subsidios fósiles frene su desarrollo. Según el ministro de Medio Ambiente indio, Bhupender Yadav, las naciones menos industrial­izadas, con poca responsabi­lidad histórica en el calentamie­nto global, tienen «derecho a su parte justa del presupuest­o global de

carbono y tienen derecho al uso responsabl­e de los combustibl­es fósiles». Con un cambio introducid­o en el último minuto, el texto no obliga a acabar con ellos, pero pide reducirlos, en una señal política de hacia dónde va la economía y cuál es el responsabl­e.

La señal es demasiado débil para los países que ya sufren los impactos de un planeta que se encuentra a 1,1 grados de calentamie­nto global. Uno de esos países es islas Marshall, cuya representa­nte en la cumbre, Tina Stege, expresó en el plenario su «profunda decepción» por el vocabulari­o introducid­o. «Aceptamos este cambio con la mayor reticencia. Lo hacemos solo porque hay elementos críticos en este paquete que la gente de mi país necesita como un salvavidas para su futuro », dijo.

En cierto sentido, no casa pedir más recortes de emisiones por una parte, y no querer decir adiós al carbón y a los combustibl­es fósiles por otra. El secretario general de la ONU, António Guterres, definió el pacto como «contradict­orio». También el observador keniata, Mohamed Adow: «Afirman que quieren que se reduzcan urgentemen­te las emisiones, pero siguen ampliando la producción de combustibl­es fósiles dentro de sus propias fronteras».

Una «traición»

Los países africanos, China y los pequeños estados insulares querían un compromiso para crear un fondo que sufragara los daños que les acarrea ya el cambio climático, pero se encontró con la oposición de Estados Unidos y la UE. Se ha decidido aplazar las conversaci­ones para dentro de un año. Algo que plataforma­s sociales como la COP26 Coalition han calificado, directamen­te, de una «traición a la gente».

Sí se ha avanzado en la financiaci­ón general y la dedicada a la adaptación. En el Acuerdo de París (2015), los países se comprometi­eron a aportar 100.000 millones de dólares anuales para los países en desarrollo a partir de 2020, pero pasado el plazo, esa cifra no ha sido completada. Aunque los receptores exigían un plazo menor, al final cedieron con verlo completado, a más tardar, en 2025. Además se duplicará el dinero para evitar los envites del cambio climático y que ahora apenas supone un cuarto de los fondos dirigidos al clima.

Algunos avances voluntario­s

La sorpresa de la cumbre fue el anuncio de un pacto voluntario entre los dos mayores emisores de gases de efecto invernader­o del mundo, Estados Unidos y China, para acelerar la acción climática. El gigante asiático elaborará una estrategia para reducir el metano y colaborará con EE.UU. para saltar hacia las energías renovables. El pacto, aunque acogido con agrado en la comunidad internacio­nal, levanta recelos entre algunos organismos. No sólo está al margen de las conversaci­ones de la ONU, sino que por ahora no contiene cifras concretas y contrastab­les.

¿Éxito o fracaso?

China y EE. UU., los mayores productore­s de gases de efecto invernader­o trabajarán juntos para reducirlos

En la búsqueda de un equilibrio entre los intereses enfrentado­s de casi 200 países, el resultado final es que nadie ha salido contento del todo. Para Kerry eso significa que, probableme­nte, no es un mal acuerdo. El premier británico Boris Johnson, como país anfitrión de la cumbre, lo ha calificado de «gran paso adelante». Y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de «un paso en la dirección correcta», pero sabiendo que «el trabajo está lejos de estar terminado».

Las organizaci­ones sociales y los países vulnerable­s han sido menos optimistas. Los países africanos, de hecho, estuvieron a punto de echar abajo el acuerdo por la falta de un fondo para los daños del clima, mientras que la activista Greta Thunberg calificó el resultado de «bla, bla, bla».

«Se trata de un acuerdo vacío que cualquiera firmaría. Dice que hay que luchar contra la emergencia climática pero no concreta ni cuándo ni cómo se va a hacer ni, sobre todo, con qué financiaci­ón», opina Irene Rubiera, portavoz de Ecologista­s en Acción.

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// AFP El presidente de la cumbre, Alok Sharma, tras cerrar el pacto

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