ABC (Andalucía)

Y Yolanda levita

A pesar de todo, es lo más potable que le queda a la izquierda

- JESÚS NIETO JURADO

NADIE sabe cómo fue. O sí. Cómo el moreno mudó a rubio, y la sindicalis­ta empezó a vestir de Dior (o lo que parece Dior) y parte de la patronal, entre el secreteo y el comentario de taberna, empezó a llamarla la ‘vaporosa’. A Yolanda Díaz la acompaña esa blanca palidez de los desleales, y eso que el sanchismo la acusa de deslealtad, lo cual es irónico y tan verdad como que venimos en grapa los lunes. Sabíamos que detrás de ese tinder hecho Vistalegre, después de asaltar los Cielos para ministerio­s chuflas, después de Podemos, iban a llegar los mayores a abandonar la chorrada ‘quincemayi­sta’ y meter la ideología a la España de Rociito. Para los niños cantores de la prensa afín, Yolanda Díaz levita, aunque le lluevan huevazos desesperad­os en Valencia, que suponemos de gallinas ponedoras que han colecciona­do crepúsculo­s en la Albufera. Porque Yolanda Díaz, con las yemas y las cáscaras y el cero a la izquierda de Mónica Oltra y la madre/médico de Mónica García, es lo más potable que le queda a la izquierda. Ya dan igual las condicione­s de base, la protesta moral, que cuando el Gobierno entero, pagado de sí mismo, tomó Madrid el 1 de mayo, servidor estuvo allí. En el fin de la Historia.

Que Yolanda Díaz patine en la nomenclatu­ra sociolabor­al –coincidamo­s en que es farragosa de narices– no es óbice para que la vayan vistiendo como de mártir cristiana del Quattrocen­to. En el fondo, si Yolanda Díaz va cepillarse al PSOE y a Podemos por la izquierda es lo de menos: y es que se le coloca junto a Lastra y la comparació­n da como grimilla. Pero Yolanda destaca entre Colau, Oltra, Mónica García y una tal Fátima de Ceuta (antisionis­ta viral), lo que no es un mérito sino una fotografía del aquí y del ahora. Después de la cosa vírica del 8-M, del harakiri cobrado y mediático de Iglesias, habrá que ir viendo a Yolanda, eternament­e Yolanda (P. Milanés), en esa mayéutica suya de rosa y de látigo.

Cuando la izquierda deja la Quechua y el botellín, cuando Ione Belarra hace como que trabaja en Instagram y ‘en llegando’ a Valladolid, España tiembla.

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