ABC (Andalucía)

La austriacid­ad

¡La ‘austriacid­ad’ de Thomas Bernhard! Cuando se levanta el telón del Estado (Austria es un Estado, no una nación), TB ve una comedia para marionetas

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

LA gobernador­a de Nueva York, Kathy Hochul, demócrata, dice que hay gente que no está escuchando a Dios (no lo dice por los lectores de Arcadi, sino por los antivacuna­s), y pide a los vacunados que «sean mis apóstoles»:

—Jesús nos enseñó a amarnos. ¿Cómo nos amaremos? Diciendo a los no vacunados: «Ponte la vacuna, porque te amo».

Por amor (a Soros, que es una madre) quiere vacunarnos el melifluo Garicano, pero el bizarro Revilla nos quiere vacunar «por lo civil o por lo militar», aunque para el ‘mainstream’ el fascista es Abascal, que dice que la vacuna para el que la quiera, cuestión resuelta en Austria decretando el ‘apartheid’ (arresto domiciliar­io) de los no vacunados, vigilados por unos maderos que parecen los Tom de Finlandia de la Wehrmacht. ¡La ‘austriacid­ad’ de Thomas Bernhard!

—Despertar en Austria –anota TB– quiere decir despertar en una atmósfera de hostilidad hacia el espíritu.

Cree TB que la época actual es la más repulsiva y despiadada que ha ‘experiment­ado’ nunca: un pueblo de diletantes de la vida es fácil de engañar y de explotar. Cuando se levanta el telón del Estado (Austria es un Estado, no una nación: esto fue una fijación de León Duguit), TB ve una comedia para marionetas: las marionetas son el pueblo mentalment­e deficiente e incorregib­le, y los que tiran de los hilos, el Gobierno que engaña al pueblo.

En su colegio un día está el retrato de Hitler, y al siguiente, en el mismo clavo, la Cruz. Y no es que pierda de vista a la muerte: «Todo es ridículo si se piensa en la Muerte». Ve a las ardillas con los pañuelos desechados y llenos de escupitajo­s de los enfermos de pulmón correr con ellos, como locas, por los árboles. Tiene en su mano la mano de alguien que se aferra a la vida, pero debe dejar el mundo, cuando entra el enfermero con la etiqueta numerada para el cadáver. La monja lo echa y dice: «Tiene que llevarse también el yogur».

—El hombre no ama la libertad. Todo lo demás es mentira.

Y sí: «sólo existimos; no vivimos, nadie vive ya».

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