La profecía Rubalcaba
«¿Hasta donde nos quiere llevar Pedro Sánchez, con ese afán de poder que es su única guía y su único pensamiento? No le basta con gobernar asociado a quienes ofenden día sí y día también a la Nación española ni le parece suficiente tener como socios a quienes abiertamente repudian el régimen del que cobran sus nóminas que jamas soñaron percibir»
La insolencia sanchista ha dado un paso más hacia el abismo y, de la mano de Podemos, el PSOE ha presentado una enmienda a la Ley de Memoria Democrática pretendiendo reinterpretar la Ley de Amnistía de 1977 con el objeto, dicen, de acabar con la impunidad de los crímenes del franquismo. Aparte de su escaso rigor jurídico, la enmienda tiene una lectura política porque pretende romper todos los puentes que tendieron una generación de españoles para hacer definitivamente posible la concordia, la paz y el entendimiento entre todos nosotros. Es un reto en toda regla al legado de la Transición y, por tanto, a todos los que en ella participamos se nos hace un envite que de ninguna de las maneras vamos a soslayar.
Aceptamos el envite; nos posicionamos sin ambages ante esa provocación que se nos hace para competir con quienes realizan tamaño desafío al mejor legado que podemos dejar a nuestros descendientes. Quienes han roto los consensos de la Transición tienen que empezar a dar cuenta de ello. Y como esos consensos se construyeron con el amplio abanico ideológico que abarca todo el espectro político, salvo los separatistas radicales y los terroristas etarras que, pese a haber amnistiado sus condenas previas siguieron produciendo dolor y muerte en la sociedad española y en los mejores de sus hijos: los garantes del orden y de las libertades democráticas.
Muchos abandonamos temporalmente nuestras profesiones y oficios para enterrar definitivamente los viejos demonios de las luchas fratricidas entre españoles. Evitar que las dos Españas volvieran a resurgir me llevó personalmente a comprometerme en la fundación de Unión de Centro Democrático (UCD), un partido empeñado en el entendimiento democrático de todos los españoles. Esa obsesión impregnó también a los demás partícipes del proceso democratizador, desde los nacionalismos moderados hasta los partidos socialista y comunista. Y entre todos conseguimos el éxito propuesto.
¿Hasta donde nos quiere llevar Pedro Sánchez, con ese afán de poder que es su única guía y su único pensamiento? No le basta con gobernar asociado a quienes ofenden día sí y día también a la Nación española ni le parece suficiente tener como socios a quienes abiertamente repudian el régimen del que cobran sus nóminas que jamas soñaron percibir. Se trata de ir más allá: derogar por la puerta falsa y con fines sectarios el mayor ejemplo de perdón y concordia con el que comenzó su andadura la Transición española a la democracia.
Para mayor desverguenza, ante el rechazo a la iniciativa sanchista-podemita, los autores de la misma, cogidos en un desafuero jurídico, llegaron a argumentar que se pretendía «investigar las inercias de la dictadura hasta 1982», es decir los cinco años de gobiernos centristas. La ofensa que ello implica a la limpia trayectoria de un partido como UCD merece el desprecio más absoluto a los promotores de una afrenta sin precedentes. Por ello me permito aceptar el envite que se nos hace a los protagonistas de la Transición en los siguientes términos:
- La ley de 1977 amnistió todos los atentados terroristas de la época precedente y todos los posibles crímenes del franquismo. ¿Merece la ETA más perdón que una dictadura que, con sus aciertos y sus errores, facilitó el tránsito a la democracia y dejó a España entre los diez primeros países del mundo desarrollado?.
- Quedan aún unos trescientos atentados de ETA por aclarar y encontrar a sus autores, mientras el PSOE gobierna con el apoyo de los herederos de dicha organización terrorista. ¿Cómo pretende Sánchez oponerse a la amnistía del franquismo mientras, lejos de potenciar las investigaciones sobre tales crímenes, acerca y privilegia a terroristas etarras a cambio de unos votos espurios?
- Ha llegado la hora de que quienes también fueron artífices de la Transición se pronuncien ante la deriva de sus actuales organizaciones. En particular, el PSOE no puede abjurar ni abdicar del hermoso pacto que cerró con UCD para traer a España el régimen de libertades del que gozamos. El otro bastión entonces fundamental para la concordia, como fue el Partido Comunista, hace tiempo que traicionó su compromiso, por mucho que se difuminara en Izquierda Unida o, como ahora, en esa amalgama de populistas cuya amenaza rupturista de la convivencia es cada vez más palpable.
Como intérpretes fundamentales de la mayoría centrada y moderada, PP y PSOE tenian la responsabilidad histórica de garantizar la convivencia de todos los españoles. Iniciado con Zapatero y culminado con Sánchez, el socialismo español se ha dejado llevar por los mensajes frentistas de extrema izquierda los cuales no acabarán con la pobreza pero arrastrarán a ella al conjunto del país, con las consecuencias del desengaño social y del corralito y la suspensión de pagos en términos económicos.
Este es el panorama desolador de la ambición sanchista. En 2016 la periodista de Antena 3 entrevistó a Rubalcaba en su espacio televisivo y el dirigente socialista dijo literalmente: «Imagínese la que tendríamos montada si hubiéramos ido a una investidura con el apoyo de Podemos, que está en el derecho de autodeterminación, y de los independentistas que ni te cuento. Es que gobernar España es muy complicado… si quieres hacer un buen Gobierno. Si quieres chapucear…» El recordado vicepresidente dijo en esa entrevista que, desde que advirtió a Sánchez de todo ello, el hoy presidente dejó de hablarle.
Parece que en círculos próximos Rubalcaba hizo una profecía: «Si Sánchez llega a gobernar será la mayor desgracia para el partido socialista y para España». Hoy Pedro Sánchez no gobierna, «chapucea», como predijo el fallecido dirigente, con lo peor de cada casa. La profecía de Rubalcaba, para desgracia de nuestro país, se está cumpliendo inexorablemente.