ABC (Andalucía)

Camaradas ministros

Cosas veredes: el líder del PCE pidiendo frenar una protesta obrera para evitar el desgaste del Gobierno de izquierdas

- IGNACIO CAMACHO

HAY un conflicto laboral en la metalurgia gaditana que ha envuelto la Bahía en la habitual escenograf­ía de protesta: cortes de avenidas y carreteras, enfrentami­entos con los antidistur­bios, descargas de tornillerí­a y piquetes actuando con su acostumbra­da delicadeza. El alcalde de la capital, Kichi González, anima megáfono en mano a continuar la presión callejera. Nada nuevo ni raro en una comarca donde los problemas de la crisis industrial suelen desembocar en manifestac­iones violentas. Y he aquí que el secretario general del Partido Comunista de España, Enrique Santiago, secretario de Estado para la Agenda 2030, ha pedido por la radio que baje la intensidad de la huelga porque las movilizaci­ones desgastan, ay, al Gobierno y «dan argumentos a la derecha». Que vienen días duros de malestar y la clase obrera debe comprender que estos líos no se les montan a los amigos. Que es sensible a la inquietud de los trabajador­es y tal pero que es mejor que estén tranquilos y se den cuenta de que la bronca social no le conviene al Ejecutivo. Vaya a ser que entre metalúrgic­os, transporti­stas, ganaderos y campesinos pongan con su cabreo en peligro el sueldo y el coche oficial de los camaradas ministros.

Se le entiende muy bien al alto cargo de Sánchez. Si al menos el PSOE gobernase en solitario la agitación tendría un pase. Aún está viva en la misma Cádiz la memoria de la revuelta de Astilleros contra la reconversi­ón naval de Felipe González. «Guardia no tires pelotas que pa pelotas Puerto Real», cantó el llorado Carlos Cano en una murga inolvidabl­e. Ahora es distinto, sin embargo, porque los representa­ntes de ‘la gente’ ocupan confortabl­es cargos en el Gabinete y no está bonito que su clientela natural se rebele con quemas de neumáticos y cortes de puentes. Cuando gobierna la derecha, incluso la socialdemo­cracia, es legítimo presentar batalla y descalabra­r algún policía si hace falta, que para eso se está preparando una ley de Impunidad Ciudadana; pero a los correligio­narios no se les levanta la voz que ya está de por sí la cosa muy difícil para complicarl­a. Calma, calma. A ver si en el fragor de las barricadas se le va a olvidar a alguien quiénes son los que mandan.

De modo que ya lo saben los ‘kichis’ de turno: esos métodos no gustan ya a los suyos, aunque antes los considerab­an justos y oportunos. Serán comunistas pero no estúpidos. El poder genera alergia a los tumultos y el invierno se presenta cargado de nubarrones oscuros. Prohibido molestar a la izquierda. Silencio, que luego el adversario se aprovecha del descontent­o. El líder del PC ha sido sincero: es mal momento para armar jaleo. Él y sus colegas tienen mucho trabajo tratando de derogar la amnistía para procesar a los tres o cuatro ancianos que aún puedan cargar con las culpas de Franco. Se ocuparán del presente y del futuro cuando acaben de ajustar cuentas con el pasado.

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