La medalla que te esperaba
Tu único camino, porque otro no te dejan, es arrasarlos
El éxito que en América es motivo de respeto, en España se te gira en forma de maledicencia. Lo que en las sociedades civilizadas se debate, en España se tritura, se destruye disparando al corazón de la persona, de su familia y sus amigos. No importa que la munición sea falsa ni que el objetivo a eliminar no haya hecho nada. Importa en qué modo desafía lo establecido, lo desnudos que se sienten los senadores romanos que podían mandar con mover sólo un dedo, comiendo uvas y yaciendo con sus efebos. Isabel Díaz Ayuso ha sido atacada por la izquierda y por los suyos porque éste es el premio que España guarda para el éxito, y son una cosa y lo mismo los sobres ‘fake’ con balas y los inventos sobre las irregularidades de sus familiares. Catorce demandas contra ella han sido rechazadas, hay barra libre para injuriarla y ahora van a por su hermano. Isabel molesta porque echó a Pablo Iglesias de La Moncloa, y de la política, y efectivamente le debemos una, y seguramente dos. Lo que Rubalcaba le hizo a Aznar en 2004, a propósito de los trenes de Atocha, es lo mismo que Podemos intentó hacer con la presidenta antes de que les diera una tunda en las urnas, obteniendo ella más votos que toda la izquierda junta. Y lo mismo que también la cúpula de su propio partido le trata ahora de orquestar para que no sea la presidenta del PP en Madrid. Éste es el premio, querida presidenta, ésta es la medalla que te esperaba por tu victoria, éste es el tributo con que tus ‘superiores’ te agradecen lo mucho que confían en ti los madrileños y cómo has enseñado a tu partido a conectar con votantes que para la derecha son absolutamente nuevos. No creo que esperaras que llamaran para felicitarte pero tal vez creíste que te dejarían en paz. Ya ves que no. No gustó que ganaras ni que por ganar pretendas liderar entre perdedores y murcianos. Tu único camino, porque otro no te dejan, es arrasarlos y del modo más brutal e inapelable, y no por ningún gore deseo de venganza, sino más bien porque la vida es tan corta que no merecemos hacernos más daño, y es por piedad que terminamos con el sufrimiento inútil del animalito herido y que ya se ve que no puede continuar.